miércoles, 16 de noviembre de 2022

La narrativa de mi vida plena


            Nací en la ciudad de Mérida, en 1977, a la 1:20 pm, el día 17 de aquel árbol llamado febrero, una tarde soleada, ya apenas escribía las primeras letras de mi lapida con este “aquí nació” como también las primeras líneas del libro que escribe nuestras vidas y por nombre me dieron Willian  García Molina, mis padres Baudilio García y Nicolasa Molina. Por problemas de salud al nacer permanecí 22 días en incubadora en el Hospital Universitario. Al superar esta complejidad mis padres partieron a nuestro pueblo Canaguá y al caserío Los Potreritos, el lugar de un hogar muy fraterno.  El 07 de marzo de 1977 fui bautizado por el Pbro. Emilio Ramírez en La Iglesia Nuestra Señora del Carmen y por dicha y fortuna Jacinto Molina y Rufina Rodríguez fueron mis padrinos. Dos años más tarde llegaría para mis viejos otro hijo y para mí un hermano y con el mismo pecho y la misma leche fuimos amantados, en una bella estufa los teteros se calentaron, mis padres me tuvieron ya muy grandes y eso para mí, fue como crecer con abuelos. Allí vivíamos felices.

             También vivía con nosotros mi tío Jesús, hermano de mi abuela materna y Manuelito Díaz, un viejito que fue cobijado por mis padres. Él era el buscador de la leña. Es este el lugar de mi cuna y de un inolvidable pasado.

            En el caserío, el lugar de mi primera patria y mi universo, de unas ocho montañas, no sé si son más o son menos, en aquel rincón del mundo empezaba a caminar con el breviario de mi sombra y quedarían  por siempre mis primeros pasos por encima de los surcos pardos de la siembra, desgranando las espigas de las cosechas en ambientes con aroma de verde hierba y de la naturaleza que nos da protección. Sentía que me hablaban los árboles y con la brisa me envolvían en aromas que embalsamaban al viento, rodeado de flores silvestres y con vahos de frescura alentadora y benigna, conocía muy bien el idioma de la naturaleza en medio del equilibrio y la felicidad, les hablaba cosas hermosas en verso, que no sabía y después descubrí que tenía por nombre “poesía” y que con cada nuevo amanecer  llegaba un hermoso día mirando al cielo como una laguna azul con una cascada abierta. Siempre veía mi sombra compañera a la altura de los pastos por caminos y quebradas bajo un universo de añil.  En esa finca “Bella Vista” como la bautizó mi padre se producía leche, queso, granos, café, cambur, plátanos, yuca, ocumos, apio, la caña y su miel que parecía estar destinada a endulzar nuestros labios, entre vacas, terneros, marranos, perros, gatos, mulas y caballos, con  las melodías de los pájaros quedó tallada mi niñez y mi mocedad en una tierra de abundancia, bendiciones y de riqueza por completo. Desde muy niño en el quehacer del campo fui enseñado, con la ocupación en las manos y las ideas en los sueños, besaba las espinas de las rosas que acechaban a la orilla del camino sabiendo que algún día iba a conseguirlas en mi baúl marchitas por el tiempo, conviví con las personas que ayudaban a mis padres como obreros. A los siete años me dirigía a la escuela “La Laguna” el caserío más cercano, pues en el mío no había escuela y a partir del segundo grado marchaba al arte de aprender en compañía de mi hermano y otros niños vecinos, pero antes de hacerlo desde las cinco de la mañana tenía muchos oficios por hacer como moler el maíz para la arepa, arrear hasta el corral las vacas, los becerros y lavar la cochinera de los cerdos. Siempre fui un alumno muy destacado a nivel escolar y como “El Campanero” me apodaban. Entre la finca y la escuela transcurría mi lenta niñez y sobre mis hombros lo liviano de mi orbe, entre oficios y tareas escolares pasaban mis tardes pues todo estaba dentro de un horario, hasta el de jugar, siempre mi madre me enviaba a casas de  familias desposeídas a llevar botellas con leche todos los días, pues mi madre no trabajó para esta vida sino para la otra.

            Los domingos eran de descanso y con mi hermano, cómplice de aventuras y juegos nos reuníamos con los chicos vecinos para jugar al trompo, las metras, el escondite, a jugar en el monte con bejucos como monos aventurados y libres, comer pumarrosas, cinaras, caña, cambures pecocitos, parchitas, chirimoyas, lechosas, mortiñas, naranjas y piñas logrando grandes aullidos viscerales en nuestros estómagos y también para ir al río a jugar en la arena o pescar lauchas, en si cubierto por los más bellos lugares para hacer magia. Por encima de nuestros cabellos la compañía de la bandada de las torcazas y las golondrinas aquellas, nuestros oídos se excitaban por el trinar del turpial, la tangara azuleja y otros pájaros comunes de aquel pueblo. Al caer la noche aparecía la luna por encima de mis horizontes como la esfinge de mis montañas, mientras el ocaso yacía sobre mis espaldas. Vivía en un lugar donde parecía que no existían los puntos cardinales, todo era un mismo lugar, crecí en un pueblo que alimentó mi mente de imágenes maravillosas que todavía poseo. En esa tierra no aprendí otra cosa que ser palanca y rueda a la vez.  

             Diciembre era la fecha esperada para disfrutar y vivir la presencia navideña entre la zafra del café en la finca.  Por las tardes las posadas en el pueblo una escenificación de José y María recorriendo las calles de Belén para pernoctar, en esta celebración cuando le correspondía a mi caserío, yo siempre escenificaba a San José cabresteando un burro que traía a la Virgen María montada, en la madrugada era la misa de aguinaldos con quemas de pólvora, repique de campanas, música de aguinaldo y sobre todo mucha alegría, lo que me permitía vivir soñando de navidad a navidad.  La espera de la Semana Santa era otra fecha añorada como tradición del pueblo, días antes de la misma mi padre compraba un bulto de harina de trigo y bajábamos en familia a la casa de don Timoteo Molina, al trajín del amasijo, como recuerdo, yo pasaba la masa por el molino y cruda mucha me la comía, allí pude sentir mis dedos dóciles y mis palmas blandas en la suavidad de la harina proveniente del fresco trigo, se preparaban los panes y en latas se colocaban hasta ser introducidos en el horno, al rato se podían comer calienticos con café, guarapo, chocolate o leche.  No era más que una tradición de hermandad y regocijo. Tiempo después mis padres construyeron un horno de estos en casa para seguir disfrutando estas bendiciones y compartir el pan en familia y amigos.

            Ya en plena adolescencia, mis padres me enviaron a la casa que teníamos en el pueblo para realizar los estudios de bachillerato en el Liceo Neptalí Noguera Mora. Tenía que cocinar y hacer los oficios del hogar al salir de clases, en tiempos en los que se escuchaba y se respetaba a los profesores, estoy muy seguro que fui formado por  excelentísimos y magníficos docentes tanto en mi primaria como en secundaria, Dios los bendiga donde quiera que se encuentren. En el séptimo grado recibí conocimientos extra cátedra de gramática por el Pbro. Eduardo Contreras Pernía, en tiempos libres en compañía de mis compañeros nos dirigíamos a la casa de Nicolás Mora Rey “Cuetes” a disfrutar la rica chicha fuerte o al río a darnos un fresco baño y a comer guayabas a orillas de esas cristalinas aguas. Los viernes partía a la finca a ayudar a mis padres en las labores del campo. También en este periodo de la vida, fui integrante de un grupo teatral de la parroquia eclesiástica por 7 años. En vacaciones teníamos que irnos a las cumbres de las montañas del páramo “Los Higuerones” donde mis padres tenían un potrero, a desmalezar el mismo, siempre iba como cocinero y a eso de las 3 de la tarde dejaba todo listo incluyendo la cena en aquel fogón de topias para dirigirme a donde estaba mi padre con mi hermano y los obreros para ayudar  un rato, disfrutando lo que hacía, sintiendo las caricias frescas en mi cara por el viento mientras lo aspiraba a pulmón pleno o en otros casos mientras el sol doraba los cumbres  yo iba rizando montes. Con la caída del sol se podía observar por encima de las montañas guaimaraleras a las estepas barinesas, a veces con la compañía de la lluvia con nubes de espuma y agua entre la neblina de alas amigas, nos convertía en tiesos con el cuerpo entumecido, en la noche en aquella cabaña de bahareque y tejas se veía la luz de las luciérnagas que se encendían y se apagaban respectivamente, el frio me obligaba a buscar aquella cama de maporas temprano y se podía notar los rayos de la luna entrar por las grietas de barro de la pared mientras que los grillos y las ranas al croar y grillar excitaban mis oídos y mi mente. En otras oportunidades mi madre fue la cocinera y entonces mi padre se quedaba atendiendo la finca en Los Potreritos. Igualmente los domingos eran para el descanso e ir a la fría quebrada al pie del potrero a caminar entre helechos gigantes con la vigilancia ponzoñosa de las serpientes mapanares. Años más tarde mis padres vendieron este potrero y compraron otro en el caserío La Tendida parte alta y detrás del cerro Las Angustias. Fueron tiempos de trabajo y empeño entre tantos oficios, no podré olvidar tampoco el de recoger la leña, en alguna oportunidad levanté un gajo de un árbol seco en un callejón y allí había una mapanare enrollada la cual se vino en el madero a la altura de mi cara y nos pudimos mirar frente a frente a unos 20 centímetros  de distancia, pero estas serpientes son muy lentas para atacar de haber sido una cascabel o coral seguro no me estuvieras leyendo. En los meses de noviembre y diciembre venia la zafra de café o “recogidas de café” en la finca de Los potreritos y en cualquier otro tiempo disponible me dirigía a la finca de otros paisanos a recogerlo allá con la remuneración de 100 Bolívares diarios.  Aquellos anocheceres me conducían ávido hasta el cansancio, deseaba curarme los callos pero antes de hacerlo siempre cantaban los gallos, sobre mi cuerpo colgaban un par de brazos desmayados con manos  agrietadas y benditas por la mugre o lo pegajoso de la pulpa del café, sentía que primero descansaba mi alma para luego descansar mi cuerpo. Al comenzar el año escolar nuevamente me dirigía hasta la casa del pueblo y así pasaron aquellos largos años hasta graduarme de bachiller en julio del año de 1995, teniendo  la fortuna de tener como padrino de promoción a unas de las personas más preparadas académicamente en el sur merideño, el doctor en letras Misael Camacho Belandria.

            Una tarde soleada de octubre, tarde de un domingo, recuerdo del año 1995, dejaba atrás mi niñez y adolescencia entre montañas y paisajes en una tierra hermosa aunque no tenga primavera, partiendo de mis campos y de mi tiempo como la fragancia de la flor en la mano abierta,  mis recuerdos se sentían como si se cayeran de  mis espaldas junto a una gente humilde y callada para volver sólo de visita o para volver no sé cuándo, para no vivir tal vez más en ella, llevándome los primeros pasos de un caminante. En cada regreso, en cada viaje tenía mucho de nuevo, sólo sabía que tenía que volver a donde la vida me trajo. En búsqueda de intangibles realidades me dirigí al centro de circunscripción militar en la ciudad de Mérida ofreciendo de manera voluntaria el servicio militar a la patria. Triste quedó mi madre esa tarde  en compañía de mi padre y de mi hermano, al tomar esa decisión por vocación soñada, de alistarme al Ejército Venezolano “forjador de libertades” llegando al cuartel “Cnel. Andrés Linares”, sede de 2205 Batería de Morteros de 120 mm, de artillería, en la ciudad de La Grita, Estado Táchira, con emoción, miedo y latidos que se aceleraban, colocándome unas botas negras, uniformen y una gorra, toda una vestimenta camuflada, el alma muy triste y la cabeza rapada, junto a mis compañeros de contingente recibimos lo que por novia llamaban “el fusil” y junto a él una bayoneta envainada, que un teniente desde una distancia  con fuerza y autoridad los lanzaba, casi que me arrastraba ese armamento, a partir de este momento se transforman en cobijo los recuerdos más bellos, con la resignación de Dios mi mejor amigo, guiado por un camino y servicio a mi Patria amada, recibiendo formación en aulas, canchas de entrenamiento, polígonos y periodos de campo, forjando un nuevo destino, rompiendo noches de silencio y de tinieblas, pero siempre dentro de un camino, los oídos se me aturdían con los disparos recios de la artillería en cada cañonazo, siempre resaltando entre mis compañeros y amigos y los ascensos que alcanzaba, pero siempre durmiendo bajo cielos abiertos de Dios, por premio me enviaron a la hacienda La Victoria, en Santa cruz de Mora, Estado Mérida, a la realización de un curso de “formación agropecuaria” con una duración de seis meses con alumnos militares y civiles, obtuve el primer lugar en el mismo, al culminar, un buen permiso me dieron y de vuelta al cuartel allá me esperaban los puestos de servicio, las comisiones, las alcabalas y maniobras. En ese lugar tachirense tuve la oportunidad y dicha de ser integrante de la agrupación teatral “TELIRA”, un permiso que me concedió mi unidad militar por el periodo de más de un año, haciendo escenificaciones sensacionales en los Estados Táchira y Mérida. De manera lenta pasaron los dos años y el servicio militar terminaba, optando seguir en la vida militar un reto de valor y sacrificio. Ya mis padres se sentían orgullosos de su hijo, presenté las pruebas de admisión en la Escuela de Tropas Profesionales del Ejército, en la Ciudad de la Victoria, Estado Aragua. Allí permanecí dos años recibiendo instrucción, conocimientos militares y sobre todos exquisitos valores y conocimientos éticos y morales, en aulas de clase y canchas de entrenamiento, también la realización de cursos primordiales como el de cazadores y sobrevivencia en las montañas de Cocollar, en el Estado Sucre, curso de paracaidismo básico en la brigada de paracaidismo en Maracay, Estado Aragua,  al final de la carrera, la realización del curso básico de artillería de campaña Nivel I en la Escuela de Artillería, Fuerte Tiuna, Caracas, recibí el diploma de honor por ser el alumno número 01 en la especialización. Allá quedó mi nombre plasmado en una placa en la galería del salón de honor. Para julio de 1998 me gradué con la jerarquía de sargento segundo del ejército mención artillería de campaña y N. 07 en el orden de mérito general,  Según resolución fui asignado como comandante de pelotón, al 134. G.A.C G/J “Cruz Carrillo” en El Tocuyo, ciudad madre de Venezuela, a los 15 días fui enviado en apoyo al Batallón Páez de San Felipe, Estado Yaracuy, meses después como comandante del puesto T05 en la población de Yumare de la misma entidad, al culminar, de vuelta a El Tocuyo como comandante de pelotón, dos años después a la realización del curso de mecánico de armas portátiles y artillería en la ciudad de San Juan de Los Morros, en el Estado Guárico, retorno a El Tocuyo y me nombran jefe del servicio Médico y odontológico y también administrador del Club Militar “Los Horcones”, en el año 2002 me corresponde la realización del curso de artillería de campaña Nivel II por 6 meses en la ciudad de Caracas y nuevamente al culminarlo vuelvo a El Tocuyo para seguir en el servicio de sanidad y a la vez como comandante del pelotón de apoyo y fuego, en el 2003 gané la competencia y demostración de cancha de sanidad militar de la guarnición,  nueve años permanecí en estos cargos, luego mis últimos siete años fui asignado como jefe de la sección de Seguridad y Desarrollo Nacional, trabajando con lo relacionado a asuntos civiles, relaciones públicas y todo lo referente al desarrollo social y misiones sociales, en los Municipios Andrés Eloy Blanco, Jiménez y Moran del Estado Lara. Obtuve los reconocimientos, condecoraciones, barras de honor y felicitaciones correspondientes a mi tiempo de servicio y cargos, también la realización de diversos cursos entre ellos el de corresponsal de guerra, la realización de maniobras militares de artillería en El Pao, Estado Cojedes, donde lavaba el uniforme sin quitármelo con agua de lluvia y lo secaba con los rayos del sol, de manera efímera pasaron 20 años de hazañas y tareas sembradas, siempre visitando a mi pueblo, mi familia y mi gente en tiempos de vacaciones y de navidad o recibiendo siempre la visita de ellos en mi localidad. Llega de esta manera el tiempo de pasar a retiro por propia iniciativa y solicité la baja,  mientras la misma me llegaba en unos meses fui asignado como auxiliar de la Sección de Instrucción y Operaciones, pasando a retiro en marzo del año 2015, teniendo por entendido que: “cuando el clarín de la Patria llama, hasta el llanto de la madre calla”. Aquella tristeza ya se convertía en una hazaña y un honor para mi familia y amigos. En estas tierras conocí a mi esposa Mayerlin Colmenares, natural de Guaríco de esta misma Entidad y somos los padres de María Gabriela, María Willianny y Gabriel José García Colmenares, vivo en esta tierra cubierta de azúcar. En el ámbito militar aprendí a llevar una vida con disciplina y mucha organización.  

            Al integrarme a la sociedad civil sentí empezar de cero, una nueva vida, además venia ya con la condición de militar retirado con todos los beneficios, me inserté a la realización de actividades de comercio viajando por algunos Estados del País, me recibieron no muy buenas condiciones por las circunstancias malignas a la que se somete al pueblo venezolano por quienes nos gobiernan y una situación en la que nos quedamos dormidos soñando que no es verdad, venciendo muchas adversidades cada día a través del arte de la sobrevivencia y capacidad de aguante. Un año antes de pasar a retiro, ese mágico trajinar de la poesía a través de la inspiración que nace del aliento me hizo un llamado con tantas letras que desde niño tenía en mi mente, el lugar donde nace el arte, me atreví a publicar mi primer libro “Mi tierra, mis poesías y sueños” para el año 2014, también ese mismo año un pequeño trabajo que lleva por nombre “Historia y Origen de la Melitonera en Canaguá”, a la tierra Larense mi segundo hogar le regalé el poemario “Más allá de Los Lagos Verdes”, en el año 2015, ese año ingresé como miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela e igualmente al Circulo de Autores y compositores del Estado Lara, desde allí empecé a participar con estas instituciones, para el año 2016 publiqué el poemario  “Añoranza Navideña”, en el 2017 mi primera antología poética “Ecos Nómadas”, en el año 2018 el libro “En el Corazón de Canaguá” y  el libro “Eternidad de Poeta”, en el año 2019, el libro de crónicas: “Bajo el Sol de la Medianoche”, en el año 2020, el libro de poesía y cuentos: “De Tinta y Papel, en el año 2021, la antología poética: “Ecos Campaneros” y en el año 2022 la crónica “Mi Canaguá Sesquicentenaria”.  Con mis letras he estado en articulación con instituciones literarias nacionales pero sobre todo internacionales, mi trabajo se ha difundido en páginas y medios literarios como: la señal mundial de la Radio y Televisión de México, La Mujer y la Poesía también de ese país, Revista Poética y Artes Radio de Honduras, con las emisoras radiales latinoamericanas como Acrópolis Radio, Radio Americavisión, Radio Satelitevisión y la Magia de Lutty Molins de España, también estos medios me han hecho algunas entrevistas vía skype en sus programaciones, participación en la feria internacional del libro en el Reino Unido el día 2 de mayo del 2021 rindiendo homenaje con mis letras al Poeta y Militar Gales, Hedd Wyn, entrevista para el programa “30 mil veces literatura” del canal argentino Mundo DelforTV el día 15 de junio del 2021 y en septiembre del 2022, entrevista para la radio “Tribuna Abierta” de New York, Estados Unidos de América.

            En julio del 2018 ingresé como miembro honorífico al “Club de Poetas Latinoamérica” en el encuentro de poetas en la ciudad de Luque, en Paraguay, al no poder asistir a dicha actividad, la distinción fue enviada a mi país, para agosto del mismo año fui nombrado como presidente del “Club de Poetas Latinoamérica” para Venezuela a través de la Fundación Literaria y Cultural “Andrés Eloy Blanco” con adhesión a esta institución internacional. En Julio del 2018 ingresé como miembro de la Asociación de Escritores del Estado Mérida, en noviembre 2020, diciembre 2019, noviembre 2021 y octubre 2022, fui seleccionado  como escritor del mes junto a tres compañeros de dicha institución literaria. En mayo del 2019 ingresé como miembro del movimiento latinoamericano de Poetas  “Alas de Pasacalle”, en julio del 2019 ingresé como miembro de la Unión Hispano Mundial de Escritores. Participación en las antologías internacionales de Escritores Eleutheros: Antología a la Juventud y Antología al Amor, en febrero del 2020 y Antología Países, en mayo del 2020. Con un soneto dedicado a Andrés Eloy Blanco en el libro “Un Poema para Andrés Eloy Blanco” obra literaria publicada por la  Universidad Politécnica Territorial, Barquisimeto, junio del 2020. En julio del 2021, ingresé como miembro de la “Alianza Cultural Universal”. En julio del 2021, reconocimiento de embajador itinerante de la CONLEAM argentina. En junio del 2021 fui seleccionado como padrino para la revista venezolana “Vanguardia” de Escritores Emergentes, Venezuela. En junio del 2021, participación en la antología internacional “Los Gritos de la Palabra” con la editorial Argentina “Ancestralia” SL. Participación en el festival virtual  “Poesía en Varias Partes”, organizado en Argentina, en julio de 2021. Participación en evento virtual con la organización “Estrellas del Sur” (Suramérica) Argentina, en julio del 2021. Premio “Hijo del Sol” por haber obtenido el cuarto lugar en concurso internacional de duetos, junto a la poetisa italiana Elisa Mascia, actividad organizada por la editorial “Ancestralia SL”,  Argentina, en mayo del 2021. Reconocimiento, en febrero del 2022 de la Academia Argentina de Literatura Moderna filial Jujuy, por participación literaria en el día del amor y la amistad.  Participación en marzo del 2022, con un mensaje de paz para Cultura Oltre di Approfondimento Culturale, Letterario, e di Attualita de Italia. Premio “Gentleman Arcángel” de la Palabra y de la Vida, como hombre 2021-2022, nominado entre 130 participantes, para el medio literario “La voz de tus Escritos”, Tucumán, Argentina, en marzo del 2022 y participación poética en el día de La Madre, con el Colectivo Cultural Internacional “Mosaicos y Letras”, Argentina, junio del 2022. He recibido 03 diplomas de honor, 03 premios internacionales, 17 certificados de reconocimiento tanto nacionales como internacionales e invitaciones formales a eventos literarios y culturales dentro y fuera de mis fronteras. En el mundo de la poesía y literatura he aprendido a llevar la parte de la vida con un sentido más humano.


              En octubre del año 2018, tuve que pasar por unos de los momentos más difíciles e insuperables de mí vida, como fue la desaparición física de mi padre, mi gran amigo y compañero, mi viejo del alma, siendo el ser que, más admiré y respeté, no he tenido un pincel, ni palabras para ilustrar o describir un amor tan grande.

            Podría decir que la anécdota más aleccionadora de mi vida, ha sido simplemente mi vida, pues a pesar de algunas cosas de dificultad que se presentan, puedo estar seguro que, después de días de lluvia vendrán días de sol, luego de días oscuros aparecerán los días de luz, después de los momentos de tristeza aparece la felicidad, hay cosas que quisiéramos olvidar y otras que jamás olvidaremos. Pero sobre todo siempre hay una nueva mañana y una nueva oportunidad para empezar de nuevo. 

            “Hoy sólo soy… para ser polvo luego, pues mañana no seré más que un simple ancestro”.

            A Dios gracias por mi familia y mis buenos amigos, la verdadera cosecha de toda una vida… bendiciones, salud y felicidad.

Autor: Willian García Molina

Presidente del “Club de Poetas Latinoamérica en Venezuela”.

 

martes, 23 de agosto de 2022

CAMINOS Y ATAJOS DEL SUR... CIEN PETACONES ¿QUIÉN DA MÁS?

 

            Contó   Fray  Pedro  Aguado en el capítulo primero, libro undécimo  de la primera parte de su "Recopilación Historial",  que en la Ciudad de Pamplona  del  Nuevo Reino había algunos vecinos, hombres antiguos que habían  estado en Venezuela y de ella habían pasado por el Reino por la falda de la Cordillera y Sierra que cae sobre los llanos de  Venezuela, en la cual habían visto ciertos mogotes o cumbres de sierra metidas en la propia cordillera, nevados  de suerte y que por la mucha nieve sobre ellos caía todo el año, se veían  y divisaba desde muy lejos tierras, eran estos  vecinos de Pamplona los que participaron  en la jornada que hizo  Jorge Espira desde Coro  hacia el sur, en 1535, por la vía de los llanos llegando a la Cordillera que a mano derecha tenía por guía no perdiéndola  de vista,  prosiguiendo su jornada Río Apure, arriba, siguieron por otro  río que con este mismo se juntaba y  que bajaba de las provincias de Santiago, donde ahora está poblada la villa de San  Cristóbal.  En el Nuevo  Reino, tomaron noticia los nuestros, que más arriba  estaba un pueblo más grande, que era  el que ahora es por los de la villa de San Cristóbal llamado el pueblo de las Auyamas por la mucha abundancia, que de ellas allí había.

            El primero del mes de mayo de este presente año de mil setecientos setenta y uno,  yo, Don José Eusebio Guerrero de Librillo, alcalde de la Santa Hermandad de la  Ciudad del Espíritu Santo de la Grita y su jurisdicción por su Majestad, hablándome hoy día de la fecha en el paraje y sitio del cerro El Palmar, derechura que se tomó para buscar la vista del último vado del Río Mocotíes, deslinde de esta jurisdicción con la de Mérida, que se ha tenido desde antiguamente, reconocimiento que fue por mí y los testigos que me acompañan, Don Ignacio Zambrano, Don Eugenio Montoya y Don Agustín Sánchez, pareció ser el derecho, la cumbre del Cerro del Palmar que son cabeceras de la quebrada de Santa Cruz y de allí mirando por derecho a las adjuntas del río San Pablo y quebrada San Antonio y después siguiendo la misma derechura a lo alto de la serranía a dar con un picacho que hace a modo de Pan de Azúcar, prosiguiendo esta derechura al pie de una loma que  llaman  Chuchanco, llevando la vista a la cordillera por lote hasta un riecito que se nombra San Miguel y de allí mirando por derecho, hasta topar con el Río Caparo del paso que se anda por el camino de Mucuchachí.

            Por cuya vereda que va señalada  parece medias el deslinde de dichas jurisdicciones y marcaciones que comprende la pieza de tierras descubierta, corresponde de esta raya y señalamiento atravesando toda la tierra, hasta dar con las tierras de Chaporal y río de Capurí , que compuso  Don Bartolomé  Méndez, difunto, que llaman El Molino, hasta el paso del Río Caparo bajo de cuya demarcación y linderos expresados se compone la dicha pieza de tierra descubiertas.

            Con licencia del Cabildo Justicia y Regimiento de Pamplona partió  Juan Rodríguez Suarez   Capitán  Extremeño  con el fin de conquistar  y explorar en pos de riqueza las tierras de las Sierra Nevada y funda la ciudad de Mérida.

            En el camino de  San Cristóbal a  Mérida  y en hermoso valle de la Cordillera fundó  el Capitán Cáceres, la ciudad de La Grita en 1576.

            Primero de Mayo de 1771, en la  Ciudad del Espíritu Santo de la  Grita.

            Siendo Don Eusebio Guerrero de Librillo  Alcalde de la Santa Hermandad del Espíritu Santo  de la Grita, se han de rematar, una pieza de terreno que se ha descubierto dentro de  esta  jurisdicción  componente de  40 estancias de ganado mayor entre bueno y malo en los sitios denominados Mucutapó, Chacantá y Mucuchachí.

           Repitiendo el pregón se dijo no hay quien puje ni quien dé más... a la una, a las dos y a la tercera, que buena y valida probé.

            Al poseedor y en esta forma se hizo el remate a viva voz en el referido Agustín con beneficio y traspaso "CIEN PATACONES", dan por una pieza de tierra que se ha descubierto, dentro de esta Jurisdicción en los  sitios  Mucutapó, Chacantá y Mucuchachí,  jurisdicción de La  Grita.

           En la Ciudad de Maracaibo a veintiocho del mes de Junio de mil setecientos setenta y  siete, el Sr. Domingo Antonio de Vega, Capitán de las Milicias y regidor perpetuo, alcalde ordinario en depósito por Sm. del señor Diego  Julián Aubar lo que es propiedad y juez  subdelegado de tierras en esta dicha ciudad y su provincia, en vista del remate de las cuarenta  estancias de tierras se expresan hallarse sin ocupar en los sitios de Chacantá,  Mucuchachí  y Mucutapó, que anunciaron los  pretendientes para su venta y composición Don Vicente Molina, Don. José del Carmen Ramírez, Don Basilio Montes, todos vecinos de la ciudad de La Grita, se ha verificado a  Juan Francisco Barrios como apoderado sustituto de los contenidos pretendientes dijo que las admitía y admitió a la venta y composición de dichas tierras y por expresado cantidad para que las hallen, ocupen  y usen libremente sin perjuicio de los naturales.

Autor: Héctor Óscar Vega Contreras

Fuentes consultadas:

Picón Parra Roberto: Fundadores, Primeros  Moradores y Familias  Coloniales  de Mérida. Tomo  I.

Sosa Molina Teodulfo, copia   documentos, alcaldía  Ciudad del Espíritu  Santo de La Grita, remate de tierras descubiertas.


domingo, 6 de marzo de 2022

Canaguá entre huellas y caminos

 

    Es muy probable que los primeros caminos en el sur merideño o en aquel valle de los Aricaguas denominado desde el punto de vista aborigen hayan sido construidos por la huella y el talón de nuestros indígenas, sin el empleo de herramientas para tal fin, a lo largo y ancho de este mencionado valle, por haber sido  grandes caminantes en la región.

   Fue para el surgimiento de los primeros hombres progresistas de Canaguá que se empiezan a tallar los caminos a pico y pala en las montañas y en este caso apareció el padre y precursor de estas vías el coronel Eugenio Mora Molina, hombre impertérrito y de grandes avances nacido aquí mismo el 10 de agosto de 1872, hijo de Don Modesto Mora y de Doña Ramona Molina, convirtiéndose en el hombre que tramontó las serranías para tallarlas de caminos, dotado de poderes dictatoriales por ser el representante en la localidad de la dictadura del Gral. Juan Vicente Gómez.

    Este personaje construyó un camino a pico y pala para conectar a Canaguá con Santa Cruz de Mora para efecto de establecer lazos comerciales y otros intercambios, también la ruta del viajero a llegar al final de ese camino era la encrucijada a seguir hacia otros puntos del estado y del país. El camino comenzaba en la salida hacia El rincón, seguía al páramo El Motor, El Molino, Betania, páramo Los Aserruchos, Las Coloradas, luego se descendía al Blanquiscal, San Isidro, La Culebra, Vegas de Mejías y en tres horas se conectaba a Santa Cruz de Mora. Trazado y construido sobre riscos, abismos, curvas cortas y sobre inmensas rocas debido a la inexistencia de la dinamita, con subidas y bajadas inclinadas, con lodos o fangos, donde muchas veces bestias y arrieros se los tragaba el abismo, convirtiéndose en el día a día de aquellos arrieros de mulas canagüenses y molineros, con posadas en la larga travesía en el sector Betania y en Los Blanquiscales donde “Mano Goyo” también existían otros sitios determinados para revisar la carga, el descanso y de consumir el avío, cerca del páramo El Motor se han encontrado algunas botellas de licores de fecha 1795 y algunas de maltas de las décadas de 1930 y 1940, recuerdos de merecidos refrigerios y de tragos calmantes de muchas penas, eran jornadas terribles y de un inmenso agotamiento físico para las bestias y los arrieros.

    Existía un camino que salía desde Canaguá a orillas del río al caserío La Tendida, quebrada de Las Niguas, Mucuchachí, La Ensillada, se seguía vega arriba hasta llegar a la población de Mucutuy, se pernoctaba en una posada en La Veguilla, luego al páramo de San José, se seguía hasta al pueblo de San José de Acequias, se descendía a Tierra Negra, cuesta de Pilato, Las Gonzáles, encontrando vías establecidas a Ejido y Mérida, de Mucuchachí había otro antiguo camino que conducía al llano Barinés. El coronel Eugenio Mora Molina le cambió el trazo a este camino y construyó uno nuevo sobre abismos e inmensas rocas, saliendo de Canaguá al sector La Laja, El Arenal, la parte intermedia de La Tendida, hasta llegar a la población de Mucuchachí. 

    El caserío Guaimaral no se escapó de estas cicatrices camineras en la serranía y Eugenio Mora Molina también trazó el progreso del entonces en cooperación con sus compadres Don Hermes Corti y Amable Mora, saliendo de Canaguá a la Vega Burguereña, por el pie del sector Las Mesas hoy El Valle, siguiendo las cercanías del río hasta llegar a la entrada de la vía que conduce al Pulpito, luego cruzaba el río en un lugar donde Don Nicolás Molina Vega construyó un puente de madera que se llamaba “el puente real” de allí seguía el camino al sector Los Helechales, Callejón Sordo, El Paramito, La Cuesta, Mesa de Santos, El 18 y luego al Viento  donde nacían otros caminos a los diversos caseríos de la parroquia, estos caminos eran vigilados por las ponzoñosas mapanares del tipo botrópos. 

    Para la construcción de estos caminos el coronel Eugenio Mora Molina quien era la autoridad representada del gobierno, convocaba convites en comuna, pero para que hubiese más eficacia en el avance de estas obras enviaba las citaciones a algunos jóvenes y quienes no acudían a la misma eran multados. Los presos al salir de los calabozos no podían tampoco escapar de ir a estas jornadas, todas estas vías en gran parte de sus recorridos eran casi del tamaño de una carretera para facilitar el encuentro de filas de mulas y bueyes cargados y evitar los roses cuerpo a cuerpo entre los mismos, por lo que estos caminos constituyeron el progreso de aquella actualidad sur merideña. Por estos lugares de huellas y caminos, queda un recuerdo con un sentimiento de arrieros, bestias y cargas donde se puede hasta percibir una inspiración de relinchos cansados, respiración acelerada de arrieros y bestias con olor a berrenchín y a cagajón.

    En el año 1950 el Gobernador del Estado Mérida, Ramón López Mora creó el proyecto de llevar desde Santa Cruz de Mora a Canaguá una carretera, pero se construyeron muy pocos kilómetros desde la salida de Santa Cruz, además el Padre Adonai Mora hijo de estas tierras ya había hecho la propuesta de esta carretera, pero en la visión de la gente era algo que se catalogaba como imposible.  Fue para el año de 1953 cuando llegó a Canaguá un párroco con visiones progresistas el Pbro. José Eustorgio Rivas y es en la celebración de la misa de noche buena de aquel 24 de diciembre de 1953 el párroco motiva a la gente para la construcción de semejante hazaña por lo que fue tomado después de la misa por burlas y risas.

    Después de muchas asambleas y convocatorias las risas y las burlas se transforman en ánimo y convicciones positivas y para aquel 27 de febrero de 1954 el Padre José Eustorgio Rivas convocó a estos hombres guerreros de vidas legendarias a construir y tallar una nueva historia que los conduciría a un nuevo horizonte de progreso, sobre las calzadas levantadas en los mismos caminos de la herradura y es en el sector El Guayabal de Santa Cruz que les esperó, por lo que la mayoría no llegaron, pero poco a poco se fue sumando “las manos a la obra” de Canagüenses, Molineros, Guaimareleros, Capureños y Chacantenses, acompañados por el pico, la pala, el pollero del avió, la energía del chimó, el miche, el guarapo fuerte y la panela, con un valor de voluntad acompañado de la bendición del Arquitecto Perfecto y empezó a construirse un nuevo sendero donde tuvieron que vencer una infinidad de óbices como desfiladeros, rocas inmensas y abismos para el avance de estos caballos de carrocería,  hubo que construir muros de madera y cuñas rellenos de tierra y piedras. El párroco compró el 26 de febrero un jeep willys color rojo en 6.000 Bs, luego Don Clodomiro Méndez otro jeep willys de color verde oscuro, el uno fue conducido por el párroco y el otro por Don Abdón Carrero. Estos invencibles hombres avanzaban con sus laboriosas herramientas y los jeep que casi les pisaban los talones con sus parachoques mientras mordían el terreno con sus picos y palas, los cuales avanzaron empujados y en algunos pasos con cadenas en los neumáticos con otros sirvientes para este fin, los que no podían trabajar daban ánimo con sus chistes, griterías y alegría, a esto se sumó el ronquido de los motores, convirtiéndose en una indetenible mecha a lo largo de una hermosa serranía y es para el 1ro de marzo que los jeep llegaron a la población de El Molino.

    En esta hazaña inmortal dejaron su sudor y su huella una interminable lista de destacados hombres, por lo que quedo en deuda y pena no poderles dar nombradía a todos, pero lo hago con la mejor forma de honrar aquella, que es del alma, desde el más mínimo detalle que se me escapa, los más nombrados a través de los relatos históricos son: Cirilo García, Braulio Durán, Venancio Roa, Edén García Contreras, Nicolás Molina Vega, Rafael Rivas Molina, Ramón Camacho, Maximino Molina, Hermeregildo Molina, José Ramón Mora, Baldomero García, Gumersindo García, Delfín García, Efraín Durán, Epimenio García, Avelino García Molina, Aniceto Hernández, Pablo Hernández, Felipe García, Benito Mora, Modesto Mora, Isidro Mora, Corcino Mora, Luis María Pérez, Agustín Ramírez, Enrique Dugarte, Francisco Márquez, Domingo Barillas, Isidro Molina Vega, Jesús Antonio “Nazareno” Mora, Corcino Mora (Villa), Fidel Mora Molina, Pedro García, Pedro Camacho, Pedro García, Altagracia Mora, Adelmo Rodríguez y Pedro María Molina, entre otros, en si un total aproximado de unos 200 hombres en el trayecto de la obra y allí se sumaba el apoyo de sus esposas y otras mujeres que preparaban el abastecimiento alimenticio para la obra y que Dios les premie con infinita gloria. 

    Una vez lograda la meta en El Molino, la hazaña avanzó hasta el caserío La Quebrada y allí se hace una necesidad optar por la cuesta de El Barro más corto pero más difícil y hacia Las Mesas más largo pero más fácil y se determina entonces por este último, ya por estas tierras próximas a Canaguá se empieza alegrar la montaña y aquel histórico día domingo 14 de marzo de 1954, este abandonado rinconcito en el corazón del sur merideño se vistió de gala con honor memorable, calles adornadas, pancartas alusivas, salió la gente del último rincón y caserío con los nervios de punta, quema de pólvora, griterías, emoción, aplausos, júbilo y sobre todo un asombro infinito de los espectadores, la Srta. Nelly Corti dio las más sinceras, profundas y tiernas palabras de bienvenida, se hizo un desfile por la calle Bolívar cruzando a la llamada calle de atrás para llegar y estacionar en la casa parroquial, inmediatamente la misa de acción de gracias presidida por aquel gigante sacerdote de progreso que dividió la historia en el antes y después en aquel loable 14 de marzo de 1954, dejando un registro impreso por estos jeeps y héroes en nuestros corazones. 

    El sueño no terminó aquí en este lugar, meses después se siguieron haciendo ampliaciones de mejoramientos a la naciente carretera. Los Chacantenses se sumaron a esa  batalla de las carreteras y en convites laboriosos con Canagüenses, se empezó a construir una carreta desde Canag hasta Chacantá, siguiendo el caserío de La Laguna hasta remontar la Loma de la Caña y descender a ese hermoso paraje andino, un febrero del año 1962, en la historia de esa hazaña el primer chofer de la cruzada fue Don Héctor Molina Díaz joven Canaguense hijo de Don Samuel Molina y Doña Crescencia Díaz.

    En Mucuchachí con la llegada del Párroco Crescencio Parra nació el proyecto de llevar una carretera desde Canaguá hasta Mucuchchí por lo que se realizó cierta cooperación con el sucesor del padre José Eustorgio Rivas En Canaguá, en este caso el Pbro. Boanerges Uscategui, por lo que se unieron los Canagüenses y Mucuchachicenses, el Párroco de Mucuchachí ya había comprado un  jeep, empiezó el trabajo en su mayoría en arriesgados tramos al conducir, el nuevo Párroco de Canaguá a medida que avanzaba la carretera designó los choferes: desde Canaguá - La Tendida: Pepe Corti, La tendida - El Bejuco: Benjamín Molina, El Bejuco – El Naranjo: el Padre Boanerges Uscategui y luego hasta Mucuchachí logrando esa victoria el día 24 de febrero de 1960 pero ya se encontraban los primeros autos en Mucuchachí provenientes por otra vía.

    Pasaron unos pocos años de la conquista de los pueblos a través de las carreteras y es cuando llegó del Padre Hermógenes Yebra de origen español, nació el proyecto de llevar la carretera hasta Guaimaral, esto en los últimos años de la década de 1960, sumándose a este emprendimiento los paisanos de Guaimaral Marcial Méndez, Rómulo Mora, Raúl Guerrero y Albino Mora, saliendo de Canaguá al Río Arriba, El Paramito y luego hasta El Cañadón donde esa naciente hazaña fracasó. Ya no ese un sacerdote quien hizo renacer este nuevo proyecto carretero hasta el pueblito de El Viento, esta vez le correspondió a un magnifico maestro Canagüense que para ese entonces ejercía como docente en Guaimaral, el Maestro Héctor Mora, por lo que motivó y reunió a la gran mayoría de los habitantes de Guiamaral, le compraon un jeep a Don Miguel Contreras en Canaguá este jeep lo llamaron “El Cazador” y se lo donaron a la comunidad, se comienzó una nueva talla en la montaña partiendo del Paramito, a La Vega, El 18 y de allí al Viento conquistándose la victoria el 20 de marzo de 1969.

    Una vez culminadas estas obras espectaculares de las carreteras Canaguá se conviertió en la encrucijada de los pueblos del sur y de diversos caseríos, quedando en el olvido y sepultados por el recuerdo los caminos de Don Eugenio Mora Molina, con el avance del tiempo ya son los gobiernos los que empezaron a asumir las ampliaciones de estas carreteras, es para fines de la década de 1950 cuando se realizó algunas modificaciones y ampliaciones a la carretera desde Santa Cruz de Mora hasta Canaguá por máquinas de oruga. Una vez que llegó a Canaguá como Párroco el Pbro. Hermógenes Yebra, observó que, desde Las Coloradas hasta Santa Cruz de Mora, esta carretera no era rentable  por las inmensas fallas de borde, eso es a principios de la década de 1970, entonces el párroco de turno realizó una inspección desde el páramo Las Coloradas hasta Estanques, en Compañía de Rafael Rivas Molina, Avenildo Sosa “El Negro” y José Escalona pernoctando por las noches en algunas casas, llegaron a Estanques casi desnudos pues las condiciones de la sierra le destrozaron la ropa y el calzado. De esa inspección se creó un proyecto que se llevó a Caracas donde le dan visto bueno y se aprobó, se construyó con máquinas de oruga una nueva carretera de Estanques a Las Coloradas conectándose con la antigua carretera en aquel lugar, el primer conductor en cruzar esta nueva arteria vial fue Don Rafael Rivas Molina con una camioneta del tipo stación vagón de la Toyota. En los años sucesivos se realizó el asfaltado de la carretera desde Estanques hasta el páramo El Motor, a principios de la década de 1990 llegó el asfaltado desde El Parque El Motor al pueblo de Canaguá y de aquí se extiende a los vecinos pueblos del sur. 

    Los primeros veteranos en transportar pasajeros desde Canaguá hasta Santa Cruz de Mora fueron Alejandro Fernández, Onofre Márquez y Salvador Márquez, en vehículos willys del tipo chasis largos, allí esperaban una ruta que los conducían a la ciudad de Mérida. Años más tarde Rafael Rivas Molina organiza y registra una línea de transporte con carros Toyota de tipo chasis largos también, esta línea estaba integrada por los choferes Eligio Zambrano, Luis Parra, Joaquín Mora, Jaime Mora y Eustorgio García, esa vez empezaron cubrir una nueva ruta Canaguá – Mérida, el pasaje quedó establecido en 12 Bs por persona, la primera buseata de pasajeros que llegó a Canaguá fue conducida por Eligio Zambrano además fue de su propiedad.

    Durante los mandatos de estos gobiernos nació las recordadas obras públicas, integradas por hombres de espíritu trabajador y de servicio esmerado en beneficio de la comunidad y eran los encargados de mantener la vía y el funcionamientos de las carreteras y caminos sureños, remunerados por el gobierno regional: Francisco Cerrada, Samuel Márquez Guerrero, Valentín Rivas, Jesús Zambrano Newman, Claudio Rondón, Claudio Durán, Isidoro Duran, Marcial Mora, Raúl Ramírez, Nicolás Ramírez, Jesús García, Acacio García, Eloy García, Ismael Durán, Antonio Molina, Bruno Araque, Jesús Quintero, Arístides Contreras, Joaquín García, Felicito Mora, Francisco “Pacho” Mora, Luis García, Mario Chacón, Israel Díaz, Horacio Carrero, Adelmo Rodríguez, Marcelino Fernández,  Prospero Mora y Evangelista García. Entre otros.

    El primer fallecido en un accidente de transito entre Canagua y Santa Cruz de Mora fue Enrique Dugarte, el dia 11 de agosto de 1958, en el sector Las Mesas.

Por Willian G.M

Del libro: “En el corazón de Canaguá”.

 

miércoles, 5 de enero de 2022

Reflexión Canagüense:

 

    Uno de los acontecimientos más importantes de mi vida fue haber nacido en este  hermoso valle entre colinas y montañas que forman una muralla mágica, planicies, sus dos quebradas, su costado con las casi siempre frías aguas del río caudaloso y cristalino,  lo más hermoso de la naturaleza y de la fauna, el cerro las angustias que nos vigila y nos acompaña con sus ojos verdes entres las nubes, en ese lugar con tendencias características  de pequeña ciudad que se llama Canaguá,  forma además parte de nuestros sueños y de nuestra eternidad, de haber crecido, estudiado y compartido con esa generación de personas que me consagraron de bien, valores y dulzura, como también la buena guía de mis padres, en aquel balcón del tiempo de las benditas oportunidades con la mejor y la más bella de las convivencias.

 

    Cuando hablamos de Canaguá no estamos hablando de cualquier cosa pues ha sido desde sus comienzos un reservorio espiritual, cultural, de valores y tradiciones casi que único en toda nuestra nación, un lugar donde se pregonaban valores y aspectos como la  humildad,  compasión,  gratitud,  fe, responsabilidad, creatividad, tolerancia, servicio, trabajo, respeto, sinceridad y vocación con puntos de vista éticos y morales, todos dentro de un orden de autenticidad, disciplina, voluntad y sentido común con respeto a la vida y a los demás, donde la palabra de un ser humano tenía un valor más grande que aquella notariada en cualquier documento. En los últimos años hemos observado con delicada preocupación como nuestra sociedad canagüense se ha desviado al mundo de lo negativo, con la aparición de factores y antivalores contrarios a los anteriores como la envidia, apariencias, dolor, violencia, vanidad, intolerancia, arrogancia, egoísmo, irresponsabilidad,  el odio y la ambición por lo ajeno a través del robo, sumado al mundo de las drogas, el alcoholismo y las malas costumbres que se han introducido en la localidad provenientes de otras regiones del país, estos en un orden de perdición y prejuicios, por eso cuando se actúa en consonancia con algún antivalor se convive por debajo de todas sus posibilidades, siendo contrarios a toda dignidad humana.

 

    Es muy poco lo que hacemos por recuperar nuestras tradiciones, era de observar aquellas antiguas generaciones sobre todo de nuestros campesinos cuando pasaban por la plaza Bolívar y se quitaban el sombrero  frente al busto de nuestro Libertador inspirados por el respeto, por eso la cultura se convierte en una mezcla de tradiciones únicas y hasta especiales, no estamos valorando las riquezas de las raíces que nos dejaron nuestros ancestros esto porque no practicamos los verdaderos valores, no respetamos a nuestros mayores, muchas veces en el día a día dejamos de hacer buenas acciones y de preocuparnos por nuestros semejantes, nos perdemos en el estrés diario y nos hundimos en las cosas materiales que nos presenta la nueva sociedad y en los vericuetos de la vida, como causa de las nuevas innovaciones y tecnologías olvidando todo el amor y cosas bellas que se inculcan desde la familia, debemos rescatar los mejores valores y luego llevarlos a la practica en las instituciones educativas, centros culturales, en el trabajo, en los medios de comunicación locales, en todos lados y en cada momento, de manera organizada y productiva para que aunados al trabajo sean el motor productivo del pueblo esto nos llevaría a un mundo motivado y sobre todo más feliz, si practicáramos también nuestras antiguas culturas de la localidad se reforzarían nuestras tradiciones porque estaban formadas por valores y buenas costumbres y las asociamos a las tecnologías de hoy.  En cada casa tenemos un  extraordinario personaje  que recordar con un legado de muy buenas costumbres de trabajo y de vocación de los cuales se beneficiaron nuestros progenitores, abuelos y otros antepasados, sembrando el progreso con nuevos horizontes, también se suma una serie inmensa de platos típicos y tradiciones autóctonas que seguramente nuestras nuevas generaciones no las conocen.

 

    No debemos permitir que esta ilustre cuna del patrio lar, el lugar de nuestro origen continúe haciendo su desvío al rumbo de la complejidad como lo hemos observado en los últimos años, rescatemos la herencia de nuestra cultura y tradiciones y  desde donde quiera que nos encontremos, sigamos colocando un granito de arena por nuestra tierra, para que con el tiempo se convierta en aquella roca donde alguien algún día  escribirá  nuestra historia, hazañas, vivencias, el trabajo transformador de  progreso  y el apoyo necesario y humanista para nuestros hermanos, para poder lograr que este paraíso escondido y mágico siga teniendo historia y alma, este pueblo nos vale y nos significa pues el tiempo no lo desgasta, es como aquel amigo que no nos falla, su aliento no se muere y no se acaba, es de gloria  su ser, con corazón y sangre en las venas de su naturaleza con el más bello gesto, es aquí el lugar que inspira el pincel de los pintores y la pluma de los poetas por el inmenso entorno que nos rodea, miremos hacia abajo a nuestros semejantes solo cuando vallamos a levantarlos, luchemos por esta tierra hoy, tal vez mañana sea demasiado tarde. Ser un buen canagüense también es ser un buen ciudadano, por ello he escrito este libro, con el pretendo avivar las historias que han construido a este pueblo para que quienes de ahí venimos no olvidemos el pasado y así las futuras generaciones estarán motivadas a ponerle abundante y buen agua a esta hermosa planta llamada Canaguá y nos adornaremos de las mejores flores, recordemos siempre que aquí es el lugar donde nos sobra quien nos obsequie ese jarro de café, de guarapo, ese plato de comida y quien también ayude a construir nuestra tumba porque hasta más allá de mi muerte te quiero Canaguá.

 

Autor: Willian G.M

 

 

viernes, 1 de octubre de 2021

Navidad Canagüense

              En navidad el clima se suaviza y el cielo infinito es más transparente, en la cual las flores se tienden más hermosas, el caso es que en Canaguá la navidad va acompañada por la zafra del café y cada mañana de diciembre a cualquier canagüense lo reciben las gotas de rocío bajo las matas de café.

          En este terruño paradisiaco, la navidad es la mejor época del año como lo es casi en todo el mundo, impactando de una manera muy cristiana, espiritual y cultural, es el mejor regalo, la mejor vivencia, en aquella sucursal del cielo, Canaguá, Estado Mérida.

            La navidad es el nacimiento del Niño Jesús, que origina en todo el mundo Cristiano la festividad más entrañable y llena de espíritu y alegría para el ser humano.

           Cada 24 y 31 de Diciembre nos recibe y nos reencuentra la más hermosa y bella amiga, esa plaza risueña vecina de la amarilla iglesia, el más bello lugar de la tierra sur Merideña, donde nos estremece su repicar de campanas y el sonar musical navideño en el parlante de la misma iglesia, allí nos abrazamos con nuestros amigos y familiares nos unimos por buenos instantes, asimismo con quienes están lejos y vienen a festejar con nosotros, pues es el lugar perfecto para compartir y hasta para darnos el abrazo del “feliz año” para llevar a nuestra madre bella y sobre todo cobijarnos de añoranzas navideñas.

           No se puede dejar pasar por alto nuestra  gastronomía  de diciembre con el sabroso deleite de la hallaca andina, el pernil, el pavo horneado, la ensalada de gallina, los cambures sancochados, el cochino frito, el guarapo de caña y la gran variedad de dulces de la región que se elaboran durante casi todo el año, pero para fin de año como que llevan un toque o edición especial, con lo sabroso de los licores de la localidad como el miche andino o el famoso miche callejonero que es indispensable de una manera sana para vencer por algunos momentos el frío navideño.

            El que quiera llenarse de alegría y ánimo sólo debe madrugar dirigiéndose  a las 5 de la mañana a las misas de aguinaldo, apenas va vía a la iglesia se siente una inmensa vibración navideña de armonía compuesta por la música típica, la quema de pólvora, el obsequio del chocolate caliente que nos brinda la comunidad o institución a la cual representa dicha misa, sin dejar de pasar por alto las actividades de cada tarde o noche como las caravanas y las posadas religiosas donde se  lleva en escena en cada estación de cada calle cuando José y María buscan un lugar santo para descansar y preparase para el nacimiento y en cada estación se les niega en coro musical, hasta que llegan a la iglesia que ya sería como el portal donde va a nacer el hijo de Dios.

            El 31 de diciembre en algunas oportunidades de manera de comedia y jocosa se leía un testamento referido algunos personajes del pueblo y esa noche antes de que termine el año el buen espectáculo de los toros de candela, que hasta cualquiera puede ser torero del alguno de ellos.

                  El 25 de diciembre y el 1ro de enero el pueblo queda solo que parece un desierto, pues todos nos dirigimos en familia al río o a las fincas a celebrar la navidad o el año nuevo con un suculento sancocho, describir la navidad autóctona de nuestra tierra nos llevaría muchas páginas y hasta una vida entera escribirla, la navidad canagüense esta tan tradicional y añorada que nos permite soñar de diciembre en diciembre.

Por Willian G.M

Del libro: “En el corazón de Canaguá”.

 

 

 

 

Semana Santa Canagüense:

             

    A lo largo y ancho de nuestra historia Canaguá ha sido un reservorio espiritual, cultural y de respeto, la semana mayor no escapa a ello, todo comienza con una serie de actividades desde el tiempo de cuaresma, el domingo de ramos se reúnen una gran cantidad de feligreses en la población de Estanques para que, el próximo día en horas muy tempranas avancen en un viacrucis convertido en una caminata de fe y esperanza  por la más hermosa serranía rumbo al El Molino, de allí al parque El Motor, luego se parte al pueblo donde se les espera en una verdadera fiesta de devoción.

    Algunos días antes a la semana santa, los habitantes se preparan para elaborar el tradicional amasijo del pan criollo por esas laboriosas manos de hombres,  mujeres y niños en las bandejas de madera, pasándolo por el molino después de un rato de reposo se lleva al  horno de barro calentado por esos montones de leña de sinare, guamo o say say, naciendo de allí un rico pan caliente de altísima calidad y sabor de una verdadera actividad familiar, para disgustarlo con el cafecito autóctono, guarapo de caña, el cacao criollo o con chocolate, acompañado con cuajada, queso fresco o ahumado, pensar en esta fecha quisiéramos adelantar el tiempo para estar allí por lo que se nos convierte en una verdadera añoranza, a esto se suma la preparación de una serie de platos como el majarete, el mute, sancochos de gallina o pavo, galletas, el palmito, trucha andina, dulces de higo y lechosa, estos alimentos también se consumen como los siete potajes el jueves santo, nuestros niños realizan los juegos de trompo y metras, algunos adultos se suman al juego de la baraja y del bolo, el día miércoles a medio día se abandona las faenas del campo y otras del día a día como respeto a Dios y para guardar los días santos.

    Dentro de estas actividades religiosas se celebran actos escénicos donde se representa al domingo de ramos, la última cena, la crucifixión y resurrección de nuestro Señor, el sueño de cada niño o cada joven es participar como integrante de ellas, nos llenamos de alegría cuando nuestros familiares abandonan sus sitios de trabajo y de vida en otros lugares del país para venirse a formar parte de esta celebración familiar, religiosa y de hermandad. Todos los que están lejos y no pueden venir les basta con llevarla en el corazón y en el recuerdo.

Por Willian G.M

Del libro: "En el Corazón de Canaguá".