Uno de los acontecimientos más
importantes de mi vida fue haber nacido en este
hermoso valle entre colinas y montañas que forman una muralla mágica,
planicies, sus dos quebradas, su costado con las casi siempre frías aguas del
río caudaloso y cristalino, lo más
hermoso de la naturaleza y de la fauna, el cerro las angustias que nos vigila y
nos acompaña con sus ojos verdes entres las nubes, en ese lugar con tendencias
características de pequeña ciudad que se
llama Canaguá, forma además parte de
nuestros sueños y de nuestra eternidad, de haber crecido, estudiado y
compartido con esa generación de personas que me consagraron de bien, valores y
dulzura, como también la buena guía de mis padres, en aquel balcón del tiempo
de las benditas oportunidades con la mejor y la más bella de las convivencias.
Cuando
hablamos de Canaguá no estamos hablando de cualquier cosa pues ha sido desde
sus comienzos un reservorio espiritual, cultural, de valores y tradiciones casi
que único en toda nuestra nación, un lugar donde se pregonaban valores y
aspectos como la humildad, compasión,
gratitud, fe, responsabilidad,
creatividad, tolerancia, servicio, trabajo, respeto, sinceridad y vocación con
puntos de vista éticos y morales, todos dentro de un orden de autenticidad,
disciplina, voluntad y sentido común con respeto a la vida y a los demás, donde
la palabra de un ser humano tenía un valor más grande que aquella notariada en
cualquier documento. En los últimos años hemos observado con delicada
preocupación como nuestra sociedad canagüense se ha desviado al mundo de lo
negativo, con la aparición de factores y antivalores contrarios a los
anteriores como la envidia, apariencias, dolor, violencia, vanidad,
intolerancia, arrogancia, egoísmo, irresponsabilidad, el odio y la ambición por lo ajeno a través
del robo, sumado al mundo de las drogas, el alcoholismo y las malas costumbres
que se han introducido en la localidad provenientes de otras regiones del país,
estos en un orden de perdición y prejuicios, por eso cuando se actúa en
consonancia con algún antivalor se convive por debajo de todas sus
posibilidades, siendo contrarios a toda dignidad humana.
Es
muy poco lo que hacemos por recuperar nuestras tradiciones, era de observar
aquellas antiguas generaciones sobre todo de nuestros campesinos cuando pasaban
por la plaza Bolívar y se quitaban el sombrero
frente al busto de nuestro Libertador inspirados por el respeto, por eso
la cultura se convierte en una mezcla de tradiciones únicas y hasta especiales,
no estamos valorando las riquezas de las raíces que nos dejaron nuestros
ancestros esto porque no practicamos los verdaderos valores, no respetamos a
nuestros mayores, muchas veces en el día a día dejamos de hacer buenas acciones
y de preocuparnos por nuestros semejantes, nos perdemos en el estrés diario y
nos hundimos en las cosas materiales que nos presenta la nueva sociedad y en
los vericuetos de la vida, como causa de las nuevas innovaciones y tecnologías
olvidando todo el amor y cosas bellas que se inculcan desde la familia, debemos
rescatar los mejores valores y luego llevarlos a la practica en las
instituciones educativas, centros culturales, en el trabajo, en los medios de
comunicación locales, en todos lados y en cada momento, de manera organizada y productiva
para que aunados al trabajo sean el motor productivo del pueblo esto nos
llevaría a un mundo motivado y sobre todo más feliz, si practicáramos también
nuestras antiguas culturas de la localidad se reforzarían nuestras tradiciones
porque estaban formadas por valores y buenas costumbres y las asociamos a las
tecnologías de hoy. En cada casa tenemos
un extraordinario personaje que recordar con un legado de muy buenas
costumbres de trabajo y de vocación de los cuales se beneficiaron nuestros
progenitores, abuelos y otros antepasados, sembrando el progreso con nuevos
horizontes, también se suma una serie inmensa de platos típicos y tradiciones
autóctonas que seguramente nuestras nuevas generaciones no las conocen.
No
debemos permitir que esta ilustre cuna del patrio lar, el lugar de nuestro
origen continúe haciendo su desvío al rumbo de la complejidad como lo hemos
observado en los últimos años, rescatemos la herencia de nuestra cultura y
tradiciones y desde donde quiera que nos
encontremos, sigamos colocando un granito de arena por nuestra tierra, para que
con el tiempo se convierta en aquella roca donde alguien algún día escribirá
nuestra historia, hazañas, vivencias, el trabajo transformador de progreso
y el apoyo necesario y humanista para nuestros hermanos, para poder
lograr que este paraíso escondido y mágico siga teniendo historia y alma, este
pueblo nos vale y nos significa pues el tiempo no lo desgasta, es como aquel
amigo que no nos falla, su aliento no se muere y no se acaba, es de gloria su ser, con corazón y sangre en las venas de
su naturaleza con el más bello gesto, es aquí el lugar que inspira el pincel de
los pintores y la pluma de los poetas por el inmenso entorno que nos rodea, miremos
hacia abajo a nuestros semejantes solo cuando vallamos a levantarlos, luchemos
por esta tierra hoy, tal vez mañana sea demasiado tarde. Ser un buen canagüense
también es ser un buen ciudadano,
por ello he escrito este libro, con el pretendo avivar las historias que han
construido a este pueblo para que quienes de ahí venimos no olvidemos el pasado
y así las futuras generaciones estarán motivadas a ponerle abundante y buen
agua a esta hermosa planta llamada Canaguá y nos adornaremos de las mejores
flores, recordemos siempre que aquí es el lugar donde nos sobra quien nos obsequie
ese jarro de café, de guarapo, ese plato de comida y quien también ayude a
construir nuestra tumba porque hasta más allá de mi muerte te quiero Canaguá.
Autor: Willian G.M