miércoles, 5 de enero de 2022

Reflexión Canagüense:

 

    Uno de los acontecimientos más importantes de mi vida fue haber nacido en este  hermoso valle entre colinas y montañas que forman una muralla mágica, planicies, sus dos quebradas, su costado con las casi siempre frías aguas del río caudaloso y cristalino,  lo más hermoso de la naturaleza y de la fauna, el cerro las angustias que nos vigila y nos acompaña con sus ojos verdes entres las nubes, en ese lugar con tendencias características  de pequeña ciudad que se llama Canaguá,  forma además parte de nuestros sueños y de nuestra eternidad, de haber crecido, estudiado y compartido con esa generación de personas que me consagraron de bien, valores y dulzura, como también la buena guía de mis padres, en aquel balcón del tiempo de las benditas oportunidades con la mejor y la más bella de las convivencias.

 

    Cuando hablamos de Canaguá no estamos hablando de cualquier cosa pues ha sido desde sus comienzos un reservorio espiritual, cultural, de valores y tradiciones casi que único en toda nuestra nación, un lugar donde se pregonaban valores y aspectos como la  humildad,  compasión,  gratitud,  fe, responsabilidad, creatividad, tolerancia, servicio, trabajo, respeto, sinceridad y vocación con puntos de vista éticos y morales, todos dentro de un orden de autenticidad, disciplina, voluntad y sentido común con respeto a la vida y a los demás, donde la palabra de un ser humano tenía un valor más grande que aquella notariada en cualquier documento. En los últimos años hemos observado con delicada preocupación como nuestra sociedad canagüense se ha desviado al mundo de lo negativo, con la aparición de factores y antivalores contrarios a los anteriores como la envidia, apariencias, dolor, violencia, vanidad, intolerancia, arrogancia, egoísmo, irresponsabilidad,  el odio y la ambición por lo ajeno a través del robo, sumado al mundo de las drogas, el alcoholismo y las malas costumbres que se han introducido en la localidad provenientes de otras regiones del país, estos en un orden de perdición y prejuicios, por eso cuando se actúa en consonancia con algún antivalor se convive por debajo de todas sus posibilidades, siendo contrarios a toda dignidad humana.

 

    Es muy poco lo que hacemos por recuperar nuestras tradiciones, era de observar aquellas antiguas generaciones sobre todo de nuestros campesinos cuando pasaban por la plaza Bolívar y se quitaban el sombrero  frente al busto de nuestro Libertador inspirados por el respeto, por eso la cultura se convierte en una mezcla de tradiciones únicas y hasta especiales, no estamos valorando las riquezas de las raíces que nos dejaron nuestros ancestros esto porque no practicamos los verdaderos valores, no respetamos a nuestros mayores, muchas veces en el día a día dejamos de hacer buenas acciones y de preocuparnos por nuestros semejantes, nos perdemos en el estrés diario y nos hundimos en las cosas materiales que nos presenta la nueva sociedad y en los vericuetos de la vida, como causa de las nuevas innovaciones y tecnologías olvidando todo el amor y cosas bellas que se inculcan desde la familia, debemos rescatar los mejores valores y luego llevarlos a la practica en las instituciones educativas, centros culturales, en el trabajo, en los medios de comunicación locales, en todos lados y en cada momento, de manera organizada y productiva para que aunados al trabajo sean el motor productivo del pueblo esto nos llevaría a un mundo motivado y sobre todo más feliz, si practicáramos también nuestras antiguas culturas de la localidad se reforzarían nuestras tradiciones porque estaban formadas por valores y buenas costumbres y las asociamos a las tecnologías de hoy.  En cada casa tenemos un  extraordinario personaje  que recordar con un legado de muy buenas costumbres de trabajo y de vocación de los cuales se beneficiaron nuestros progenitores, abuelos y otros antepasados, sembrando el progreso con nuevos horizontes, también se suma una serie inmensa de platos típicos y tradiciones autóctonas que seguramente nuestras nuevas generaciones no las conocen.

 

    No debemos permitir que esta ilustre cuna del patrio lar, el lugar de nuestro origen continúe haciendo su desvío al rumbo de la complejidad como lo hemos observado en los últimos años, rescatemos la herencia de nuestra cultura y tradiciones y  desde donde quiera que nos encontremos, sigamos colocando un granito de arena por nuestra tierra, para que con el tiempo se convierta en aquella roca donde alguien algún día  escribirá  nuestra historia, hazañas, vivencias, el trabajo transformador de  progreso  y el apoyo necesario y humanista para nuestros hermanos, para poder lograr que este paraíso escondido y mágico siga teniendo historia y alma, este pueblo nos vale y nos significa pues el tiempo no lo desgasta, es como aquel amigo que no nos falla, su aliento no se muere y no se acaba, es de gloria  su ser, con corazón y sangre en las venas de su naturaleza con el más bello gesto, es aquí el lugar que inspira el pincel de los pintores y la pluma de los poetas por el inmenso entorno que nos rodea, miremos hacia abajo a nuestros semejantes solo cuando vallamos a levantarlos, luchemos por esta tierra hoy, tal vez mañana sea demasiado tarde. Ser un buen canagüense también es ser un buen ciudadano, por ello he escrito este libro, con el pretendo avivar las historias que han construido a este pueblo para que quienes de ahí venimos no olvidemos el pasado y así las futuras generaciones estarán motivadas a ponerle abundante y buen agua a esta hermosa planta llamada Canaguá y nos adornaremos de las mejores flores, recordemos siempre que aquí es el lugar donde nos sobra quien nos obsequie ese jarro de café, de guarapo, ese plato de comida y quien también ayude a construir nuestra tumba porque hasta más allá de mi muerte te quiero Canaguá.

 

Autor: Willian G.M

 

 

1 comentario:

  1. Mi bello pueblito entre montañas, amigo su pluma lo describe tal cual es, felicidades por ese bello don de escritor y poeta, saludos desde Mérida Venezuela

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