miércoles, 16 de noviembre de 2022

La narrativa de mi vida plena


            Nací en la ciudad de Mérida, en 1977, a la 1:20 pm, el día 17 de aquel árbol llamado febrero, una tarde soleada, ya apenas escribía las primeras letras de mi lapida con este “aquí nació” como también las primeras líneas del libro que escribe nuestras vidas y por nombre me dieron Willian  García Molina, mis padres Baudilio García y Nicolasa Molina. Por problemas de salud al nacer permanecí 22 días en incubadora en el Hospital Universitario. Al superar esta complejidad mis padres partieron a nuestro pueblo Canaguá y al caserío Los Potreritos, el lugar de un hogar muy fraterno.  El 07 de marzo de 1977 fui bautizado por el Pbro. Emilio Ramírez en La Iglesia Nuestra Señora del Carmen y por dicha y fortuna Jacinto Molina y Rufina Rodríguez fueron mis padrinos. Dos años más tarde llegaría para mis viejos otro hijo y para mí un hermano y con el mismo pecho y la misma leche fuimos amantados, en una bella estufa los teteros se calentaron, mis padres me tuvieron ya muy grandes y eso para mí, fue como crecer con abuelos. Allí vivíamos felices.

             También vivía con nosotros mi tío Jesús, hermano de mi abuela materna y Manuelito Díaz, un viejito que fue cobijado por mis padres. Él era el buscador de la leña. Es este el lugar de mi cuna y de un inolvidable pasado.

            En el caserío, el lugar de mi primera patria y mi universo, de unas ocho montañas, no sé si son más o son menos, en aquel rincón del mundo empezaba a caminar con el breviario de mi sombra y quedarían  por siempre mis primeros pasos por encima de los surcos pardos de la siembra, desgranando las espigas de las cosechas en ambientes con aroma de verde hierba y de la naturaleza que nos da protección. Sentía que me hablaban los árboles y con la brisa me envolvían en aromas que embalsamaban al viento, rodeado de flores silvestres y con vahos de frescura alentadora y benigna, conocía muy bien el idioma de la naturaleza en medio del equilibrio y la felicidad, les hablaba cosas hermosas en verso, que no sabía y después descubrí que tenía por nombre “poesía” y que con cada nuevo amanecer  llegaba un hermoso día mirando al cielo como una laguna azul con una cascada abierta. Siempre veía mi sombra compañera a la altura de los pastos por caminos y quebradas bajo un universo de añil.  En esa finca “Bella Vista” como la bautizó mi padre se producía leche, queso, granos, café, cambur, plátanos, yuca, ocumos, apio, la caña y su miel que parecía estar destinada a endulzar nuestros labios, entre vacas, terneros, marranos, perros, gatos, mulas y caballos, con  las melodías de los pájaros quedó tallada mi niñez y mi mocedad en una tierra de abundancia, bendiciones y de riqueza por completo. Desde muy niño en el quehacer del campo fui enseñado, con la ocupación en las manos y las ideas en los sueños, besaba las espinas de las rosas que acechaban a la orilla del camino sabiendo que algún día iba a conseguirlas en mi baúl marchitas por el tiempo, conviví con las personas que ayudaban a mis padres como obreros. A los siete años me dirigía a la escuela “La Laguna” el caserío más cercano, pues en el mío no había escuela y a partir del segundo grado marchaba al arte de aprender en compañía de mi hermano y otros niños vecinos, pero antes de hacerlo desde las cinco de la mañana tenía muchos oficios por hacer como moler el maíz para la arepa, arrear hasta el corral las vacas, los becerros y lavar la cochinera de los cerdos. Siempre fui un alumno muy destacado a nivel escolar y como “El Campanero” me apodaban. Entre la finca y la escuela transcurría mi lenta niñez y sobre mis hombros lo liviano de mi orbe, entre oficios y tareas escolares pasaban mis tardes pues todo estaba dentro de un horario, hasta el de jugar, siempre mi madre me enviaba a casas de  familias desposeídas a llevar botellas con leche todos los días, pues mi madre no trabajó para esta vida sino para la otra.

            Los domingos eran de descanso y con mi hermano, cómplice de aventuras y juegos nos reuníamos con los chicos vecinos para jugar al trompo, las metras, el escondite, a jugar en el monte con bejucos como monos aventurados y libres, comer pumarrosas, cinaras, caña, cambures pecocitos, parchitas, chirimoyas, lechosas, mortiñas, naranjas y piñas logrando grandes aullidos viscerales en nuestros estómagos y también para ir al río a jugar en la arena o pescar lauchas, en si cubierto por los más bellos lugares para hacer magia. Por encima de nuestros cabellos la compañía de la bandada de las torcazas y las golondrinas aquellas, nuestros oídos se excitaban por el trinar del turpial, la tangara azuleja y otros pájaros comunes de aquel pueblo. Al caer la noche aparecía la luna por encima de mis horizontes como la esfinge de mis montañas, mientras el ocaso yacía sobre mis espaldas. Vivía en un lugar donde parecía que no existían los puntos cardinales, todo era un mismo lugar, crecí en un pueblo que alimentó mi mente de imágenes maravillosas que todavía poseo. En esa tierra no aprendí otra cosa que ser palanca y rueda a la vez.  

             Diciembre era la fecha esperada para disfrutar y vivir la presencia navideña entre la zafra del café en la finca.  Por las tardes las posadas en el pueblo una escenificación de José y María recorriendo las calles de Belén para pernoctar, en esta celebración cuando le correspondía a mi caserío, yo siempre escenificaba a San José cabresteando un burro que traía a la Virgen María montada, en la madrugada era la misa de aguinaldos con quemas de pólvora, repique de campanas, música de aguinaldo y sobre todo mucha alegría, lo que me permitía vivir soñando de navidad a navidad.  La espera de la Semana Santa era otra fecha añorada como tradición del pueblo, días antes de la misma mi padre compraba un bulto de harina de trigo y bajábamos en familia a la casa de don Timoteo Molina, al trajín del amasijo, como recuerdo, yo pasaba la masa por el molino y cruda mucha me la comía, allí pude sentir mis dedos dóciles y mis palmas blandas en la suavidad de la harina proveniente del fresco trigo, se preparaban los panes y en latas se colocaban hasta ser introducidos en el horno, al rato se podían comer calienticos con café, guarapo, chocolate o leche.  No era más que una tradición de hermandad y regocijo. Tiempo después mis padres construyeron un horno de estos en casa para seguir disfrutando estas bendiciones y compartir el pan en familia y amigos.

            Ya en plena adolescencia, mis padres me enviaron a la casa que teníamos en el pueblo para realizar los estudios de bachillerato en el Liceo Neptalí Noguera Mora. Tenía que cocinar y hacer los oficios del hogar al salir de clases, en tiempos en los que se escuchaba y se respetaba a los profesores, estoy muy seguro que fui formado por  excelentísimos y magníficos docentes tanto en mi primaria como en secundaria, Dios los bendiga donde quiera que se encuentren. En el séptimo grado recibí conocimientos extra cátedra de gramática por el Pbro. Eduardo Contreras Pernía, en tiempos libres en compañía de mis compañeros nos dirigíamos a la casa de Nicolás Mora Rey “Cuetes” a disfrutar la rica chicha fuerte o al río a darnos un fresco baño y a comer guayabas a orillas de esas cristalinas aguas. Los viernes partía a la finca a ayudar a mis padres en las labores del campo. También en este periodo de la vida, fui integrante de un grupo teatral de la parroquia eclesiástica por 7 años. En vacaciones teníamos que irnos a las cumbres de las montañas del páramo “Los Higuerones” donde mis padres tenían un potrero, a desmalezar el mismo, siempre iba como cocinero y a eso de las 3 de la tarde dejaba todo listo incluyendo la cena en aquel fogón de topias para dirigirme a donde estaba mi padre con mi hermano y los obreros para ayudar  un rato, disfrutando lo que hacía, sintiendo las caricias frescas en mi cara por el viento mientras lo aspiraba a pulmón pleno o en otros casos mientras el sol doraba los cumbres  yo iba rizando montes. Con la caída del sol se podía observar por encima de las montañas guaimaraleras a las estepas barinesas, a veces con la compañía de la lluvia con nubes de espuma y agua entre la neblina de alas amigas, nos convertía en tiesos con el cuerpo entumecido, en la noche en aquella cabaña de bahareque y tejas se veía la luz de las luciérnagas que se encendían y se apagaban respectivamente, el frio me obligaba a buscar aquella cama de maporas temprano y se podía notar los rayos de la luna entrar por las grietas de barro de la pared mientras que los grillos y las ranas al croar y grillar excitaban mis oídos y mi mente. En otras oportunidades mi madre fue la cocinera y entonces mi padre se quedaba atendiendo la finca en Los Potreritos. Igualmente los domingos eran para el descanso e ir a la fría quebrada al pie del potrero a caminar entre helechos gigantes con la vigilancia ponzoñosa de las serpientes mapanares. Años más tarde mis padres vendieron este potrero y compraron otro en el caserío La Tendida parte alta y detrás del cerro Las Angustias. Fueron tiempos de trabajo y empeño entre tantos oficios, no podré olvidar tampoco el de recoger la leña, en alguna oportunidad levanté un gajo de un árbol seco en un callejón y allí había una mapanare enrollada la cual se vino en el madero a la altura de mi cara y nos pudimos mirar frente a frente a unos 20 centímetros  de distancia, pero estas serpientes son muy lentas para atacar de haber sido una cascabel o coral seguro no me estuvieras leyendo. En los meses de noviembre y diciembre venia la zafra de café o “recogidas de café” en la finca de Los potreritos y en cualquier otro tiempo disponible me dirigía a la finca de otros paisanos a recogerlo allá con la remuneración de 100 Bolívares diarios.  Aquellos anocheceres me conducían ávido hasta el cansancio, deseaba curarme los callos pero antes de hacerlo siempre cantaban los gallos, sobre mi cuerpo colgaban un par de brazos desmayados con manos  agrietadas y benditas por la mugre o lo pegajoso de la pulpa del café, sentía que primero descansaba mi alma para luego descansar mi cuerpo. Al comenzar el año escolar nuevamente me dirigía hasta la casa del pueblo y así pasaron aquellos largos años hasta graduarme de bachiller en julio del año de 1995, teniendo  la fortuna de tener como padrino de promoción a unas de las personas más preparadas académicamente en el sur merideño, el doctor en letras Misael Camacho Belandria.

            Una tarde soleada de octubre, tarde de un domingo, recuerdo del año 1995, dejaba atrás mi niñez y adolescencia entre montañas y paisajes en una tierra hermosa aunque no tenga primavera, partiendo de mis campos y de mi tiempo como la fragancia de la flor en la mano abierta,  mis recuerdos se sentían como si se cayeran de  mis espaldas junto a una gente humilde y callada para volver sólo de visita o para volver no sé cuándo, para no vivir tal vez más en ella, llevándome los primeros pasos de un caminante. En cada regreso, en cada viaje tenía mucho de nuevo, sólo sabía que tenía que volver a donde la vida me trajo. En búsqueda de intangibles realidades me dirigí al centro de circunscripción militar en la ciudad de Mérida ofreciendo de manera voluntaria el servicio militar a la patria. Triste quedó mi madre esa tarde  en compañía de mi padre y de mi hermano, al tomar esa decisión por vocación soñada, de alistarme al Ejército Venezolano “forjador de libertades” llegando al cuartel “Cnel. Andrés Linares”, sede de 2205 Batería de Morteros de 120 mm, de artillería, en la ciudad de La Grita, Estado Táchira, con emoción, miedo y latidos que se aceleraban, colocándome unas botas negras, uniformen y una gorra, toda una vestimenta camuflada, el alma muy triste y la cabeza rapada, junto a mis compañeros de contingente recibimos lo que por novia llamaban “el fusil” y junto a él una bayoneta envainada, que un teniente desde una distancia  con fuerza y autoridad los lanzaba, casi que me arrastraba ese armamento, a partir de este momento se transforman en cobijo los recuerdos más bellos, con la resignación de Dios mi mejor amigo, guiado por un camino y servicio a mi Patria amada, recibiendo formación en aulas, canchas de entrenamiento, polígonos y periodos de campo, forjando un nuevo destino, rompiendo noches de silencio y de tinieblas, pero siempre dentro de un camino, los oídos se me aturdían con los disparos recios de la artillería en cada cañonazo, siempre resaltando entre mis compañeros y amigos y los ascensos que alcanzaba, pero siempre durmiendo bajo cielos abiertos de Dios, por premio me enviaron a la hacienda La Victoria, en Santa cruz de Mora, Estado Mérida, a la realización de un curso de “formación agropecuaria” con una duración de seis meses con alumnos militares y civiles, obtuve el primer lugar en el mismo, al culminar, un buen permiso me dieron y de vuelta al cuartel allá me esperaban los puestos de servicio, las comisiones, las alcabalas y maniobras. En ese lugar tachirense tuve la oportunidad y dicha de ser integrante de la agrupación teatral “TELIRA”, un permiso que me concedió mi unidad militar por el periodo de más de un año, haciendo escenificaciones sensacionales en los Estados Táchira y Mérida. De manera lenta pasaron los dos años y el servicio militar terminaba, optando seguir en la vida militar un reto de valor y sacrificio. Ya mis padres se sentían orgullosos de su hijo, presenté las pruebas de admisión en la Escuela de Tropas Profesionales del Ejército, en la Ciudad de la Victoria, Estado Aragua. Allí permanecí dos años recibiendo instrucción, conocimientos militares y sobre todos exquisitos valores y conocimientos éticos y morales, en aulas de clase y canchas de entrenamiento, también la realización de cursos primordiales como el de cazadores y sobrevivencia en las montañas de Cocollar, en el Estado Sucre, curso de paracaidismo básico en la brigada de paracaidismo en Maracay, Estado Aragua,  al final de la carrera, la realización del curso básico de artillería de campaña Nivel I en la Escuela de Artillería, Fuerte Tiuna, Caracas, recibí el diploma de honor por ser el alumno número 01 en la especialización. Allá quedó mi nombre plasmado en una placa en la galería del salón de honor. Para julio de 1998 me gradué con la jerarquía de sargento segundo del ejército mención artillería de campaña y N. 07 en el orden de mérito general,  Según resolución fui asignado como comandante de pelotón, al 134. G.A.C G/J “Cruz Carrillo” en El Tocuyo, ciudad madre de Venezuela, a los 15 días fui enviado en apoyo al Batallón Páez de San Felipe, Estado Yaracuy, meses después como comandante del puesto T05 en la población de Yumare de la misma entidad, al culminar, de vuelta a El Tocuyo como comandante de pelotón, dos años después a la realización del curso de mecánico de armas portátiles y artillería en la ciudad de San Juan de Los Morros, en el Estado Guárico, retorno a El Tocuyo y me nombran jefe del servicio Médico y odontológico y también administrador del Club Militar “Los Horcones”, en el año 2002 me corresponde la realización del curso de artillería de campaña Nivel II por 6 meses en la ciudad de Caracas y nuevamente al culminarlo vuelvo a El Tocuyo para seguir en el servicio de sanidad y a la vez como comandante del pelotón de apoyo y fuego, en el 2003 gané la competencia y demostración de cancha de sanidad militar de la guarnición,  nueve años permanecí en estos cargos, luego mis últimos siete años fui asignado como jefe de la sección de Seguridad y Desarrollo Nacional, trabajando con lo relacionado a asuntos civiles, relaciones públicas y todo lo referente al desarrollo social y misiones sociales, en los Municipios Andrés Eloy Blanco, Jiménez y Moran del Estado Lara. Obtuve los reconocimientos, condecoraciones, barras de honor y felicitaciones correspondientes a mi tiempo de servicio y cargos, también la realización de diversos cursos entre ellos el de corresponsal de guerra, la realización de maniobras militares de artillería en El Pao, Estado Cojedes, donde lavaba el uniforme sin quitármelo con agua de lluvia y lo secaba con los rayos del sol, de manera efímera pasaron 20 años de hazañas y tareas sembradas, siempre visitando a mi pueblo, mi familia y mi gente en tiempos de vacaciones y de navidad o recibiendo siempre la visita de ellos en mi localidad. Llega de esta manera el tiempo de pasar a retiro por propia iniciativa y solicité la baja,  mientras la misma me llegaba en unos meses fui asignado como auxiliar de la Sección de Instrucción y Operaciones, pasando a retiro en marzo del año 2015, teniendo por entendido que: “cuando el clarín de la Patria llama, hasta el llanto de la madre calla”. Aquella tristeza ya se convertía en una hazaña y un honor para mi familia y amigos. En estas tierras conocí a mi esposa Mayerlin Colmenares, natural de Guaríco de esta misma Entidad y somos los padres de María Gabriela, María Willianny y Gabriel José García Colmenares, vivo en esta tierra cubierta de azúcar. En el ámbito militar aprendí a llevar una vida con disciplina y mucha organización.  

            Al integrarme a la sociedad civil sentí empezar de cero, una nueva vida, además venia ya con la condición de militar retirado con todos los beneficios, me inserté a la realización de actividades de comercio viajando por algunos Estados del País, me recibieron no muy buenas condiciones por las circunstancias malignas a la que se somete al pueblo venezolano por quienes nos gobiernan y una situación en la que nos quedamos dormidos soñando que no es verdad, venciendo muchas adversidades cada día a través del arte de la sobrevivencia y capacidad de aguante. Un año antes de pasar a retiro, ese mágico trajinar de la poesía a través de la inspiración que nace del aliento me hizo un llamado con tantas letras que desde niño tenía en mi mente, el lugar donde nace el arte, me atreví a publicar mi primer libro “Mi tierra, mis poesías y sueños” para el año 2014, también ese mismo año un pequeño trabajo que lleva por nombre “Historia y Origen de la Melitonera en Canaguá”, a la tierra Larense mi segundo hogar le regalé el poemario “Más allá de Los Lagos Verdes”, en el año 2015, ese año ingresé como miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela e igualmente al Circulo de Autores y compositores del Estado Lara, desde allí empecé a participar con estas instituciones, para el año 2016 publiqué el poemario  “Añoranza Navideña”, en el 2017 mi primera antología poética “Ecos Nómadas”, en el año 2018 el libro “En el Corazón de Canaguá” y  el libro “Eternidad de Poeta”, en el año 2019, el libro de crónicas: “Bajo el Sol de la Medianoche”, en el año 2020, el libro de poesía y cuentos: “De Tinta y Papel, en el año 2021, la antología poética: “Ecos Campaneros” y en el año 2022 la crónica “Mi Canaguá Sesquicentenaria”.  Con mis letras he estado en articulación con instituciones literarias nacionales pero sobre todo internacionales, mi trabajo se ha difundido en páginas y medios literarios como: la señal mundial de la Radio y Televisión de México, La Mujer y la Poesía también de ese país, Revista Poética y Artes Radio de Honduras, con las emisoras radiales latinoamericanas como Acrópolis Radio, Radio Americavisión, Radio Satelitevisión y la Magia de Lutty Molins de España, también estos medios me han hecho algunas entrevistas vía skype en sus programaciones, participación en la feria internacional del libro en el Reino Unido el día 2 de mayo del 2021 rindiendo homenaje con mis letras al Poeta y Militar Gales, Hedd Wyn, entrevista para el programa “30 mil veces literatura” del canal argentino Mundo DelforTV el día 15 de junio del 2021 y en septiembre del 2022, entrevista para la radio “Tribuna Abierta” de New York, Estados Unidos de América.

            En julio del 2018 ingresé como miembro honorífico al “Club de Poetas Latinoamérica” en el encuentro de poetas en la ciudad de Luque, en Paraguay, al no poder asistir a dicha actividad, la distinción fue enviada a mi país, para agosto del mismo año fui nombrado como presidente del “Club de Poetas Latinoamérica” para Venezuela a través de la Fundación Literaria y Cultural “Andrés Eloy Blanco” con adhesión a esta institución internacional. En Julio del 2018 ingresé como miembro de la Asociación de Escritores del Estado Mérida, en noviembre 2020, diciembre 2019, noviembre 2021 y octubre 2022, fui seleccionado  como escritor del mes junto a tres compañeros de dicha institución literaria. En mayo del 2019 ingresé como miembro del movimiento latinoamericano de Poetas  “Alas de Pasacalle”, en julio del 2019 ingresé como miembro de la Unión Hispano Mundial de Escritores. Participación en las antologías internacionales de Escritores Eleutheros: Antología a la Juventud y Antología al Amor, en febrero del 2020 y Antología Países, en mayo del 2020. Con un soneto dedicado a Andrés Eloy Blanco en el libro “Un Poema para Andrés Eloy Blanco” obra literaria publicada por la  Universidad Politécnica Territorial, Barquisimeto, junio del 2020. En julio del 2021, ingresé como miembro de la “Alianza Cultural Universal”. En julio del 2021, reconocimiento de embajador itinerante de la CONLEAM argentina. En junio del 2021 fui seleccionado como padrino para la revista venezolana “Vanguardia” de Escritores Emergentes, Venezuela. En junio del 2021, participación en la antología internacional “Los Gritos de la Palabra” con la editorial Argentina “Ancestralia” SL. Participación en el festival virtual  “Poesía en Varias Partes”, organizado en Argentina, en julio de 2021. Participación en evento virtual con la organización “Estrellas del Sur” (Suramérica) Argentina, en julio del 2021. Premio “Hijo del Sol” por haber obtenido el cuarto lugar en concurso internacional de duetos, junto a la poetisa italiana Elisa Mascia, actividad organizada por la editorial “Ancestralia SL”,  Argentina, en mayo del 2021. Reconocimiento, en febrero del 2022 de la Academia Argentina de Literatura Moderna filial Jujuy, por participación literaria en el día del amor y la amistad.  Participación en marzo del 2022, con un mensaje de paz para Cultura Oltre di Approfondimento Culturale, Letterario, e di Attualita de Italia. Premio “Gentleman Arcángel” de la Palabra y de la Vida, como hombre 2021-2022, nominado entre 130 participantes, para el medio literario “La voz de tus Escritos”, Tucumán, Argentina, en marzo del 2022 y participación poética en el día de La Madre, con el Colectivo Cultural Internacional “Mosaicos y Letras”, Argentina, junio del 2022. He recibido 03 diplomas de honor, 03 premios internacionales, 17 certificados de reconocimiento tanto nacionales como internacionales e invitaciones formales a eventos literarios y culturales dentro y fuera de mis fronteras. En el mundo de la poesía y literatura he aprendido a llevar la parte de la vida con un sentido más humano.


              En octubre del año 2018, tuve que pasar por unos de los momentos más difíciles e insuperables de mí vida, como fue la desaparición física de mi padre, mi gran amigo y compañero, mi viejo del alma, siendo el ser que, más admiré y respeté, no he tenido un pincel, ni palabras para ilustrar o describir un amor tan grande.

            Podría decir que la anécdota más aleccionadora de mi vida, ha sido simplemente mi vida, pues a pesar de algunas cosas de dificultad que se presentan, puedo estar seguro que, después de días de lluvia vendrán días de sol, luego de días oscuros aparecerán los días de luz, después de los momentos de tristeza aparece la felicidad, hay cosas que quisiéramos olvidar y otras que jamás olvidaremos. Pero sobre todo siempre hay una nueva mañana y una nueva oportunidad para empezar de nuevo. 

            “Hoy sólo soy… para ser polvo luego, pues mañana no seré más que un simple ancestro”.

            A Dios gracias por mi familia y mis buenos amigos, la verdadera cosecha de toda una vida… bendiciones, salud y felicidad.

Autor: Willian García Molina

Presidente del “Club de Poetas Latinoamérica en Venezuela”.

 

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