Después de programar mi mente por las noches para obtener un mágico amanecer, me levanto muy temprano por las mañanas como un veloz cometa cargado de energía, más una voluntad agregada. Apenas veo la claridad del día en la calle empiezo a ver las veredas en los calvarios de la más amarga hiel por donde debo avanzar al igual que la gran mayoría de los venezolanos de acuerdo a nuestra cotidianidad y que por fortuna y bendición somos los de verdad, los que sentimos y padecemos de todas las más crueles inclemencias, angustias y dolor, en la cual los pasos nos quedan perdidos como si nuestras pisadas fuesen sobre panelas del sucio hielo, esto nos envuelve en ese deprimente caos en el que convivimos y resistimos pero al enfrentar estas situaciones parecen casi interminables e invencibles, les aseguro que vivimos momentos trágicos de necesidad, arrodillados ante la mengua, la miseria y ante una imponente desgracia o desdicha, a cada rato me reclamo dónde están esas riquezas de las que somos dueños porque casi no nos llegan, se adueña de nuestras mentes y almas el recurrente éxito de la frustración, dando como resultados algunas enfermedades y otras patologías, no contamos ni con los recursos para un viaje recreativo ni para cualquier otra actividad de esparcimiento, porque aunque estemos jodidos siempre hay que buscar la manera de estar contentos, pues no se cuenta ni con eso, tal vez sea o desgraciadamente nos merezcamos esto.
Por eso escribo este texto
construyendo palabras que salen expulsadas de mi conciencia por imágenes capturadas
por el reflejo de mi vista en las cosas que a diario veo, con la vibración de
mi pluma procedente de una apreciación
que me llega del alma, como un simple y vulgar sufriente, olvidado y
excluido. Es una situación casi imposible de narrar por la diversidad de
desgracias que pululan por doquier y bajo su libre albedrío, en una Venezuela
con tanta riqueza pero que se abunda de una infinidad de gente pobre y
adelgazada en que la piel se convirtió en un pedazo de cuero lívido que
envuelve 206 huesos de un esqueleto descalcificado indicando que nos rendimos y
decidimos “dejar de vivir”, ¿y con qué
ganas y fuerzas se va a querer vivir? será con la de mendigos o moribundos. En
estos escenarios ni la sal ya sala el caldo de los pobres. Aquí solo hay un
ambiente en la cual enloquecen nuestras vidas miserables sobre el techo y paredes
de los abundantes escenarios de la escasez de alimentos, medicamentos, insumos,
falta de repuestos y otros artículos de primera necesidad, la falta de producción
nos envía al mercado negro de la especulación, nos acorrala la inseguridad, la
impunidad, la corrupción, la censura, el miedo, los sobornos, la
hiperinflación, los pagos de comisión en las instituciones para poder acceder a
nuestros derechos o beneficios, la ausencia de nuestros servicios básicos
esenciales para la vida y los pocos que llegan es con racionamiento, pues casi
todo el tiempo no tenemos derecho ni al agua, la falla de la energía eléctrica
que a la vez daña nuestros equipos eléctricos con sus apagones y de paso no se
consiguen muy fácil sus repuestos, la falla de la tecnología la cual no nos
permite hacer una compra adecuada en un punto de venta o hacer una
transferencia, largas colas para todo, hasta para censarse ante cualquier beneficio y otros censos discriminatorios, cuando
vamos a algunas instituciones nos
reciben con esas caras de ogros diciéndonos: “no hay sistema” venga la otra
semana y así sucesivamente nos pelotean por meses, la diáspora de nuestra
familia, amigos o semejantes en busca de un mejor destino, ya ni en un
transporte digno nos montamos pues los más comunes son la “ruta cola” la “ruta
de los chivos” y si no la más segura y lenta la “ruta 2” haciendo ver procesiones a orillas de calles
y carreteras, los frecuentes cierres de vías manifestando y exigiendo algunos
servicios indispensables y violando el derecho al libre transitar de otros, la
discriminación por pensar distinto, la compra del efectivo para poder movernos
a porcentajes descabellados no escapa de nuestras manos, pues la necesidad tiene
cara de perro, además el desempleo, el martillo parejo de los organismos de
seguridad, la madre que se desconsuela por no tener el modo de darle la leche a
sus hijos y otras que no tiene ni el desayuno, los útiles escolares, los
zapaticos y el pasaje para enviar sus
hijos al colegio, los que tienen varios niños lo poco que consiguen solo queda
alojado en los huecos de esas muelitas cariadas, la desnutrición de nuestros
niños y abuelos, nuestros hermanos saciando el hambre en montañas de basura en
compañía de las sucias y epidémicas moscas como a diario los veo, la indigencia
por las calles con libertad de edades, la pesadilla de nuestros campesinos de
no poder llevar los alimentos a nuestras mesas por las carencias de recursos e
insumos agrícolas más el matraqueo que éstos sufren por las vías cuando los
trasladan a sus destinos, difuntos que
los llevan en escaparates al cementerio como si a descansar en paz tampoco se
tiene el derecho. La situación de la salud no proporciona ni una inyectadora en
los hospitales o ambulatorios, se encuentran dañados los equipos, presencia de mal
olor, contaminación por bacterias y gérmenes, los pacientes se trasladan en el
asiento trasero de un taxi acostaditos porque ni una ambulancia nos merecemos,
para nuestras enfermedades no conseguimos los remedios y padecer una enfermedad
detrás de las puertas de una emergencia es un estado de terror y pánico, de
verdad no lo recomiendo, pues ya que he visto y vivido muy de cerca este tipo
de inclementes sufrimientos. Ya nada bonito atrae nuestra vista pues las calles
y vialidad están inundadas de basura, huecos, charcos, pudrición y
contaminación afectando el ambiente, donde también le sumaria la invasión de
tanta propaganda política en las paredes y otros ambientes, entre tantas cosas.
Nadie aplica la caridad, el cobijo y hospitalidad sólo nos miramos con ojos de
vidrios partidos, pues nos encontramos buscando aplicar el arte de la
sobrevivencia a través de cualquier creación, convirtiéndonos en
transportadores de hostilidad, irritabilidad, mal humor, mal carácter y odio,
nuestras necesidades sobrepasan la dignidad como individuos por consecuencias
decadentes en una patria desvalida, en la cual hasta el más ciego de los ciegos
lleva los ojos llenos de suspenso lagrimeando gotas de dolor y tristeza en sus
imposibles miradas. Estos flagelos que trazan mi tierra se resumen “en una
carencia mísera para acceder a nuestros servicios esenciales para el sustento
de las necesidades diarias de nuestras vidas, en la que, en cada amanecer nos alumbra
la perdida y el desmejoramiento de nuestra existencia”.
De verdad en Venezuela no se nos
puede ir la vida resolviendo en carne
viva tantos problemas día a día. No es justo, es nuestro deber y derecho vivirla
a plenitud como seres humanos pues vinimos a ser felices, estábamos
acostumbrados a la libertad y un pequeño manifiesto de felicidad suena sospechoso,
la sobrevivencia es entre batallas cotidianas en la cual el tiempo no se
detiene en los relojes sino en el mismo tiempo. Lo increíble de esta vivencia de conmoción y
llanto es que más tarde será la historia y la sociología que leerán y
estudiaran nuestras futuras generaciones en referencia a estas dolorosas
torturas convertidas en calvarios de hiel que no se parecen a otra palabra que no sea la del “sufrimiento” y que
Dios nos conceda pronto una bendición envuelta trayendo consigo una salida y que
mientras tanto nos mantenga unidos y en familia, pues entre todos nos
ayudaremos, mientras tanto, tú, como yo, en medio de tanta desgracia e
impotencia sigamos luchando y haciendo lo mejor para que volvamos a nacer,
crecer, estudiar, trabajar y ser felices en una nueva Venezuela.
Por Willian G.M
Del libro: “Crónicas bajo el sol de la medianoche”.
ABSOLUTAMENTE MARAVILLOSO
ResponderEliminarUn mensaje invaluable de vida:
ResponderEliminarDESPERTEMOS