Muchos
hemos escuchado y leído la historia sobre aquel barco gigante “El Titanic” y
también hay programas de televisión, libros y mucha información en la web sobre
éste transatlántico Británico, el mayor barco del mundo al finalizar su
construcción, la cual llevó tres años en el
astillero Harland and Wolff de Belfast, su
propietario aseguró que ni Dios podía hundirlo. Su viaje inaugural empezó en Southampton con destino a Nueva York el 10 de abril de 1912, con 2223 personas a bordo, personas de todas
las clases sociales, los lujos y comodidades estaban destinados a la más alta sociedad,
con botes salvavidas sólo para un poco más de la mitad de los que iban a bordo,
cuatro días después de partir, a 600 km al sur de Terranova,
el Titanic chocó contra un iceberg una panela gigante de hielo. Este impacto abrió
las planchas del casco en su lado de estribor bajo la línea de la flotación, lo que dio el
origen a su hundimiento. Durante dos horas y media el barco se fue hundiendo
poco a poco por su parte delantera mientras la popa se elevaba, y es en ese momento cuando empezó la evacuación de los
pasajeros y tripulantes en los botes salvavidas, los cuales casi todos no fueron llenados a su
mayor capacidad. Un número muy elevado de los hombres murieron debido a las
estrictas normas para el salvamento, por lo que se dio prioridad de evacuación
a las mujeres y niños.
Se hunde la madrugada
del 14 de abril, los músicos con sus talentos hicieron vibrar sus instrumentos
hasta el final mientras que el Capitán daba el más grande de los ejemplos
humanos, 710 supervivientes fueron rescatados por otro transatlántico horas
después, fue una de las tragedias marítimas más grande de nuestra historia.
Hoy yo me encuentro al
igual que todos, naufragando en un barco inmenso pero no es “El Titanic”, es
una embarcación que su viaje inaugural inició en puertos de progreso hacia
rumbos depresivos y profundos, su Capitán soberbio nos prometió a todos los tripulantes
llevarnos a un mundo de felicidad, a un mundo mejor y nos quedamos aquí a bordo sin querer
bajarnos, primero nos mintió y luego murió, antes de su fallecimiento asignó en
la embarcación un nuevo Capitán jamás preparado para conducirnos hacia aguas
abiertas de prosperidad. Somos pasajeros de muchas clases sociales en la cual nos
convirtió los lujos en necesidades, no hemos colisionado con ninguna panela de
hielo nuestro impacto ha sido contra un iceberg
compuesto por la mengua, la desgracia y la desolación, pues “es Venezuela” así
le denomino esta gran embarcación. Aquí no hay normas para el salvamento ni
siquiera hay prioridad para las mujeres, niños y ancianos, los pocos botes salvavidas
están destinados para salvar la vida del Capitán y la plaga de sus lacayos hombres y mujeres
déspotas y malvados, si cruzamos los brazos aquí nos hundiremos al ritmo
musical de sus látigos. Parece ser que los únicos sobrevivientes ya huyeron a
otras embarcaciones nadando con un infinito talento en sus manos.
Este hundimiento es muy lento pero
casi más seguro comparado con aquel Titanic Británico, usted y yo como
tripulantes saquemos provecho en cuanto a la lentitud que lleva rumbo a sus
profundidades, alcemos un grito de auxilio, hagamos temblar el barco y luego el
agua, cambiemos el Capitán, cambiémosle el destino y navegaremos hasta la
tierra resteada, Dios está con nosotros, llevaremos la embarcación a orillas de esperanza y que nunca tengamos que
leer la historia escrita por éste Capitán con sus cooperantes macabros y
nosotros solos como náufragos en una solitaria y abandonada playa.
Por Willian G.M
Del libro: “Crónicas bajo el sol de la medianoche”.
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