Ramón Contreras
Fernández nació en el caserío La Laguna,
en la población de Canaguá Estado Mérida, el 5 de abril de 1914, hijo de Camilo
Contreras y de Juana Fernández. Su padre además de ser el primer maestro de la
población, también fue poeta y agricultor, fue el primer paisano en organizar
una biblioteca familiar dentro de un hogar con la mejor diversidad de libros, luego de la muerte de Camilo estos magníficos
texto pasaron a las manos de su hijo Ramón y luego a sus hijos. Ramón Contreras
se convierte en un ser casi absoluto por los conocimientos obtenidos a través
de su activa lectura y filosofía puesta de manifiesto día tras día. Siempre
lucía muy elegante con su paltó, su sombrero y su buena presentación personal
con la compañía de su cajeta de chimó, a la que se le sumaba lo mejor de un
anfitrión al momento de que le llegara cualquier visita. En conclusión “todo un
personaje”, pero a través de la búsqueda del conocimiento y al hacerlo reflexión
encontraba salida a los más difíciles laberintos con el saber, reconociendo la
intersubjetividad como compromiso y referencia del conocimiento adquirido.
Para describir a éste gran filósofo
local, en este momento tengo que viajar en el tiempo a través de mis recuerdos.
Me crié casi a un kilómetro más arriba de su pequeña finca en el caserío Los
Potreritos de aquella localidad canagüera, casi todos los días mi madre me
enviaba a su casa a llevar una vasija con leche de vaca y siempre me quedaba a
jugar con los muchachos hijos de Ramón, eran como mis hermanos y muchas veces
obtenía el préstamo de algunos libros de cuentos infantiles que tanto me
fascinaban. El que más recuerdo “Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo”, siempre lo
veía sentado con su activa y concentrada lectura bajo la sombra del
conocimiento. Muchas veces llegaba Timoteo Molina su vecino y se reunían a
hablar de tantos temas que yo desconocía tal vez porque apenas estaba
comenzando mi escolaridad. En otros casos cuando venían turistas cultos al
pueblo esta casa era uno de sus destinos o paraderos para encontrar un buen
tema de conversación oportuna y amena, con esas palabras cultas con una dicción
pausada y adecuada entre exquisitos modales, una anécdota y algo nuevo para el
saber. En esta visita observaba hasta intercambios de libros entre visitantes y
el anfitrión, siempre escuchaba palabras salir de su boca como: prosapia,
alienado, berzotas, chusco, emplatado, prosa, gramática, filosofía, algebra, verbo,
profecías, apocalipsis, El Armagedón, los fines del mundo, la mitología griega,
la llegada del hombre a la luna, en si una diversidad de temas, estas palabras
las entendí años después al volverme
también un lector activo, nombraba además algunos personajes que hasta me daban
risa esos nombres tan raros como un tal Hipócrates, Platón, Aristóteles,
Aristófanes, Napoleón Bonaparte, Pitágoras, Albert Einstein, Shakespeare, Adolf
Hitler entre otros, luego en el liceo recibí algunas clases en la que se
estudiaba algunos de estos filósofos, pensadores y otros, también le
escuchaba mucho de los cuentos de
espantos, aparecidos y de la escaramuza del forajido y bandido “Francisco
Useche” un asaltador que saqueaba al pueblo a principios del siglo XX, como
también los comentarios de un personaje llamado Pedro Rímales relacionado con
los chistes y las parodias según investigue era de origen Colombiano. Cada vez
que ocurría la visita de un cometa o la aparición de un eclipse lunar, éste
personaje lo explicaba con muy buenos puntos de vista científicos, por lo cual
lo describo como un gran cultivador de las ideas en lo absoluto a través de la
transcendencia derivada de su ambigüedad y el resplandor de muchas cosas y su
significado, asumía la actitud de un
gran dialogante, tenía la respuesta para
cualquier pregunta. Lo comprendía en un mundo, y yo, pues en otro mundo, sus palabras siempre
adornadas con el mejor de los vocablos, no mencionaba groserías ni malas
palabras, entre refranes y dichos breves populares mencionaba: hay un burro echado, el ignorante no sabe de su propia
ignorancia, al muerto no le faltan velas, Dios bendiga a las auyamas y estiró
la pata. Pero era la paciencia lo único que
hacia marchar bien o mal todo eso, mientras que la ambigüedad le marcaba su
condición desafiándolo y obligándolo al pensamiento, al hablar reflejaba lo que
todo hombre de su tiempo vivía y pensaba,
pues este rol no le desmesuraba, la filosofía la extraía de sus libros y
la manifestaba fuera de ellos para quienes le escuchaban, su herencia
filosófica la pude percibir a través de las conversaciones amenas de su hijo
Salvio Contreras. A parte de ser un hombre sabio se dedicaba a la botánica,
practicante de la sanidad del entonces, partero, curaba la culebrilla, mal de
ojo y el emponzoñamiento ofídico de las serpientes venenosas a través de rezos,
plomero, albañil, agricultor y hasta inventor de un taladro artesanal para
perforar metales, aplicaba técnicas de afilado para cuchillos y tijeras, muy
devoto de las ánimas todos los días les rezaba un rosario con la respectiva
novena.
Hoy en día un gran
lector y filósofo como éste ya no existe en el pueblo, creo que la pérdida y el
amor por la lectura para muchos no está a la altura de nuestro tiempo, pues es
y será la lectura el único océano que nos
permite navegar en mágicos océanos en la búsqueda de la conciencia y el
conocimiento y debo dar como testimonio que éste personaje culto y filosófico
fue el digno ejemplo de inspiración que tuve para sumergirme en el mundo de la
lectura activa y la literatura a través de la poesía como arte, el leer
diariamente nos inspira y nos da luces para escribir nuestra inspiración,
pensamientos, vivencias, emociones, investigaciones y cualquier otro punto de
vista, con la motivación de aquel viejo vecino puedo decir que “En aquella
Canaguá aprendí de Ramón Contreras Fernández, que en la vida la lectura es uno
de los oficios más importantes”. Fallece en la ciudad de Ejido, Estado Mérida a
los 88 años de edad, el 12 de octubre de 2002 víctima del cáncer de laringe,
a seguir nos deja su ejemplo y al
ponerlo en práctica seremos mejores sur merideños.
Por Willian G.M
Del libro: “Crónicas bajo el sol de la medianoche”.
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