miércoles, 23 de junio de 2021

¿Dónde queda Canaguá?

 

           _Si hoy me preguntaran: ¿dónde queda Canaguá? yo con el más grande de los orgullos respondiera: Canaguá queda en la sucursal del cielo, pues Dios en su pincel así lo pudo demostrar, queda en la calidad y aroma del café, en el  rocío cubierto de abrigo, en el trago cerrero de su miche callejonero, en las flores silvestres, en la neblina con sus brazos callados y yertos, en la espuma espesa y eterna del agua cristalina de su río cuando camina al Capáro. Queda en el viento errabundo meciendo las espigas en los cultivos y luego sollozo dando alaridos mientras se quiebra como el cristal por encima de las montañas hacia horizontes infinitos.

            También queda en las letras de sus escritores y poetas, en el pincel de sus pintores, en la voz de sus cantores, en las melodías de sus músicos, en el legado y memoria que nos  dejaron  nuestros antepasados  y en las manos prodigiosas de sus actuales talentos: el Dr. René Sotelo genio de la cirugía robótica a nivel mundial, en las manos de Jesús Quintero Mora y su anzuelo de pescar, en las cicatrices por las esquirlas de granada en la espalda de Leónidas Mora nuestro soldado de honor,  queda en los volantes de Pepe Escalona y Rafael Rivas Molina, en las conferencias y oratoria de Miguel Zambrano, en el futbol de Liberio Hernán Mora, en la bicicleta de Juan Belandria Marquina, en las narraciones deportivas de Luciano Mora y William Belandria Rivas, en los chistes de Miliber Mancilla y sus significados, en la beca “Bill Gates” de Laura Vera Contreras en la Universidad de Yale en los Estados Unidos de América, en la esgrima de Shia Rodríguez representándonos en varios sitios de la Tierra, queda en el recuerdo y huellas dejadas por Eustorgio Rivas en sus picos y palas junto a sus héroes sin nombre, en las manos de otros talentos de gente emprendedora y exitosa que no recuerdo para mencionar. Canaguá queda dentro y fuera de las fronteras de Venezuela, en la mente de los turistas que vienen y en su corazón se la llevan lejos y queda hasta en la descendencia de la yegua de Natalio y el burro de Melitón, para no exagerar.

            Por siempre queda Canaguá, en los latidos de mi corazón haciendo estremecer mi tórax y con la mayor fortuna queda además en la mirada de Dios bendecida, cuando desciende de los cielos, bajo las estrellas, el sol y su luna prístina.

Por Willian G.M

Del libro: “Crónicas bajo el sol de la medianoche”.

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